Era cuestión de tiempo que el Desayuno Nacional de Oración al que asistió este jueves José Luis Rodríguez Zapatero se convirtiese, no ya en objeto de crítica, sino directamente en objeto de burla y choteo en el contexto de la contienda entre partidos políticos, y como pretexto para reivindicaciones a las que ser aplicado.
Galicia vive en las últimas jornadas un agrio debate entre PP (que gobierna la comunidad) y PSOE (que gobierna la nación y la alcaldía de Santiago de Compostela, con Xosé Antonio Sánchez Bugallo) en torno a la gestión del Xacobeo. Se espera que el Año Santo 2010 sea un foco para la recuperación económica de Galicia, y populares y socialistas andan a la greña sobre los criterios que están dirigiendo las inversiones en los pueblos gallegos del Camino.
A nivel institucional parece haber acuerdo, y así, Alberto Núñez Feijóo solicitó y obtuvo que durante este año todo el material de papelería del Congreso de los Diputados y del Senado lleve el logotipo de Xacobeo 2010. Pero en las cuestiones locales las discrepancias son profundas, y la diputada autonómica socialistas María Quintas afirmó este viernes que sólo puede hablarse «de despropósitos, de falta de iniciativas y de oscurantismo absoluto en la gestión de las actuaciones».
En esta polémica, el PP gallego no ha dejado de utilizar irónicamente la repentina conversión de Zapatero al fervor oratorio con Barack Obama para desgastar la política de La Moncla ante el Xacobeo. El portavoz del PPdeG, Antonio Rodríguez Miranda, recordó a sus rivales políticos que tienen «una oportunidad excepcional de explotar el recién estrenado fervor cristiano de Zapatero para que el presidente ponga interés en promover el Año Santo Compostelano». En su opinión, varios gobiernos extranjeros están haciendo más por el Xacobeo que el gobierno español, que «desprecia con su indiferencia un acontecimiento de trascendencia mundial».
Según Rodríguez Miranda, ese desprecio es de raíz ideológica, y se debe a «motivos religiosos» vinculados a la política laicista del presidente del Gobierno, por lo cual confía en que «la devoción que estrenó en tierras americanas» se traduzca ahora en un cambio de actitud hacia el Xacobeo.