La semana pasada, el obispo emérito de Grosseto, Giacomo Babini, no dejó ningún lugar a la duda sobre la posición de la Iglesia ante la práctica de la homosexualidad, siempre en un terreno exclusivamente moral y respecto a su responsabilidad como sacerdote: «Como obispo que no cede a las lisonjas de la modernidad, afirmo que la práctica abierta de la homosexualidad es un pecado gravísimo, constituye un escándalo y sin ninguna duda hay que negar la comunión a quienes la profesen, justo en cuanto pastores de almas. Yo jamás daría la comunión a alguien como Vendola». Monseñor Babini se refería a Nichi Vendola, político comunista italiano, homosexual declarado y activista del lobby gay, y reciente vencedor de las primarias en el centroizquierda para las elecciones regionales en Puglia, en el sur de Italia.
Esta semana siguió su estela el obispo emérito de Lucera-Troia, Francesco Zerrillo, quien además lamentó las leyes que equiparan la convivencia homosexual, con el matrimonio: «No es asimilable (y por tanto tampoco homologable) la normalidad, esto es, la familia heterosexual que fundan un hombre y una mujer, con la familia homosexual, que no es familia». En cuanto al tema de la comunión, monseñor Zerrillo pidió a los gays creyentes (Vendola, por ejemplo, afirma serlo) que no la soliciten «para no alimentar el escándalo».
Por último, el viernes Simone Scatizzi, obispo emérito de Pistoia, recordó la doctrina de la Iglesia, no contra la homosexualidad, sino contra su práctica, al explicar que «quien quiere recibir a Cristo en la comunión eucarística debe estar en estado de gracia. Si uno es consciente de haber pecado mortalmente, no debe acercarse a la eucaristía sin haber recibido la absolución en el sacramento de la Penitencia». En cuanto a la práctica de la homosexualidad, «el principio general», dijo, es que «la homosexualidad abierta, ostentada y practicada es un pecado que excluye de la comunión».
La reacción del lobby gay no se ha hecho esperar, y así Valerio Mancuso, presidente nacional de Arcigay (el principal colectivo homosexual de italia, con más de 160.000 miembros) considera que todo obedece a una estrategia «discriminatoria» del Vaticano, y acusa a esos obispos de decir «las cosas más horribles contra los gays para atacar su dignidad». En una nota emitida a raíz de esta sucesión de declaraciones, Mancuso afirma que «los fieles gays, lesbianas y transexuales deben abandonar esta Iglesia fascista, homófoba y cómplice de la violencia».
Otros grupos del activismo gay anuncian ya protestas y medidas contra esta sucesión de declaraciones sobre la administración de los sacramentos.