José Ignacio Munilla ha vuelto a Palencia desde que el pasado día 9 tomara posesión del obispado de San Sebastián, esta vez en calidad de administrador apostólico de la diócesis castellano leonesa, con motivo de la fiesta de su patrona, Nuestra Señora de la Calle.
El prelado dedicó la homilía íntegramente a hablar de la Virgen, a imitación de la tradición teresiana que, apuntó, aún se conserva en algunos conventos carmelitas y que dice: «Hermanos, o hablar de Dios o no hablar. ¡Que en la casa de Teresa esta ciencia se profesa».
El prelado presentó a la Madre de Cristo como «Acueducto de la Gracia», «Despensa de la Providencia» y «Eclipse de nuestras penas», invocaciones de la Virgen antiguas y nuevas.
Monseñor Munilla tomó prestada del obispo de Segovia, monseñor Ángel Rubio, la invocación de «Acueducto de la Gracia», de la que explicó que «nuestra fe católica no afirma que María sea el agua de la Gracia. Ella está llena de gracia, pero no es la gracia en sí misma. La gracia no es otra cosa que la misma vida de Dios, que se nos da y se nos ofrece a todos, para sanar nuestras heridas y para elevarnos a la condición de hijos de Dios». Hecha la puntualización, el prelado recordó que «todas las gracias nos vienen de María, seamos o no conscientes de ello» para finalmente resaltar que la Virgen, en este sentido , es un canal que nunca se queda seco «pues es la obra más perfecta, modelo de lo que Dios quiere obrar en cada uno de nosotros».
La segunda invocación que ha meditado el obispo de San Sebastián y administrador apostólico de Palencia, ha sido la referida en el himno bizantino del Akathistos, compuesto en torno al siglo VII (ver vídeo más abajo) y que se refiere a la Madre de Dios como «Despensa de la Providencia».
«En este tiempo en el que Occidente vive una notable crisis espiritual, en el que el materialismo parece como si estuviese "secando" o "agotando" la vida cristiana, la Providencia de Dios nos pone ante nuestra Madre María para que redescubramos en ella el tesoro de la fe crsitiana», expuso el prelado, que añadió que «la labor de María no consiste exclusivamente en dar el alimento a los que lo desean y lo demandan, sino también en suscitar el hambre y la sed de Dios en los que la han perdido».
Por último, monseñor Munilla ha presentado a la Virgen María bajo la invocación de «Eclipse de nuestras penas», también recogida de la tradición oriental. El prelado resaltó que «es un hecho que nuestra generación tiene una tolerancia muy pequeña al fracaso. Incluso algunos psicólogos han llegado a hablar de una "generación de mantequilla"». Por contra, subraya Munilla, «los auténticos hijos de María son inasequibles al fracaso. No se trata de ninguna terapia de autocontrol o de dureza interior para suponer el sufrimiento, sino que todo estriba en la fuerza del amor» porque «no hay hombre tan cobarde al que el amor - y especialmente el amor de una madre- no haga valiente y transforme en un hombre».
Monseñor Munilla tuvo un recuerdo para los «hijos especialmente amados por María», al referirse a los damnificados del terremoto de Haití y al soldado español fallecido ayer en atentado terrorista en Afganistán, entre otros.