Cada aniversario de la sentencia Roe vs Wade, con la que en 1973 el Tribunal Supremo de Estados Unidos estableció el aborto como asunto federal (considerando que las leyes estatales antiabortistas invadían el derecho a la intimidad) y abrió la vía a su legalización, se celebran en todo el país concentraciones y manifestaciones para pedir una marcha atrás en la cultura de la muerte.

Este año la Marcha por la Vida ha tenido una dimensión especial, dado que la reforma sanitaria que impulsa Barack Obama incluye la cobertura del aborto, iniciativa que en principio tuvo que paliar el presidente para conseguir la aprobación del Congreso. Aun así, los cambios que forzó el representante demócrata por Michigan, Bart Stupak (antiabortista), no tienen garantizada su vigencia, y él mismo declaraba este viernes no confiar en que sus enmiendas formen parte de la propuesta final.

En cualquier caso, en los últimos meses se han publicado distintas encuestas que señalan que la opinión pública norteamericana ha invertido su sentido y apoya ahora mayoritariamente la causa de la vida. Y, de hecho, ante la hipótesis de un fin de ciclo, 300.000 personas secundaron la convocatoria y varios políticos decidieron sumarse a ella ante lo que es ya un caladero de votos imprescindible en cualquier elección.

Y, sobre todo, entre la juventud: más de la mitad de los asistentes tenían menos de 25 años, según declaró el presidente de Human Life International, el padre Thomas Euteneuer. Por parte católica, la manifestación había ido precedida por una vigilia y una misa en la catedral de Washington, D.C., en la que estuvieron presentes 5 cardenales, 40 obispos, 350 sacerdotes y 550 seminaristas, junto a miles de fieles que abarrotaban el templo y los alrededores.

Ya en la calle, entre las diversas personas que se dirigieron a los manifestantes había varios dirigentes políticos, como el representante republicano por Iowa, Steve King, quien agradeció al pueblo de Massachusetts haber roto la mayoría demócrata en el Senado al elegir a Scott Brown en una circunscripción que desde hace más de medio siglo estaba en manos demócratas, y en particular de los Kennedy, el ex presidente John y el recientemente fallecido Ted. Al no contar con 60 senadores, Obama no podrá imponer la reforma sanitaria como tenía previsto.


Pero junto a la concentración en la calle, este año hubo como novedad una manifestación virtual que permitía a los asistentes situarse, a través de un avatar, frente al edificio del Congreso donde tuvo lugar la Marcha por la Vida.

Y entre quienes quisieron tener su avatar en la calle figuraron dos contendientes en la carrera presidencial republicana de 2008, Mitt Romney y Mike Huckabee (el hombre que hace tándem con el actor Chuck Norris, quien recientemente hizo un duro alegato antiabortista), y la compañera de ticket de John McCain, la ex gobernadora de Alaska, Sarah Palin. Tampoco faltaron el gobernador de Texas, Rick Perry, y el gobernador de Minnesota, Tim Pawlenty: ambos han sonado en alguna ocasión como firmes aspirantes a la Casa Blanca, en particular el segundo. Quedó claro pues, aunque fuese en forma de avatares, que el Partido Republicano tiene asumida la causa de la vida como propia si quiere mantener el apoyo de sus bases y ganar elecciones. Durante el tiempo en el que George W. Bush permaneció en la presidencia apoyó siempre con un mensaje esta concentración ante el Capitol Hill.

Sarah Palin, quien capitaliza en los últimos meses el sentir de las bases conservadoras del Partido Republicano, dirigió un mensaje a los asistentes a través de Twitter: «Afirmar el valor y la dignidad de toda vida humana inocente y defender a los indefensos son valores americanos fundamentales, así que concentraos en paz y esperanza».

Así sucedió, en una carrera contra el aborto que se presume larga pero en la que sus partidarios, al menos en Estados Unidos, se hallan en franco retroceso, confiando ya solamente en el baluarte de la cultura de la muerte que constituye desde hace un año la presidencia del país.