El filósofo y escritor Agapito Maestre partió en su intervención de la idea de que el cristiano actual se debate ante dos problemas. De un lado, la superación del integrismo religioso. De otro, el ataque del anticlericalismo: «No se ha sabido asimilar el modelo paulino de León XIII, Pablo, aspiró a que se le juzgase por ser ciudadano romano y no por ser cristiano. Sabía que se debe estar en el mundo pero sin ser del mundo».
 
El conferenciante afirmó que a ese planteamiento ha llegado estudiando la vida y obra de Ángel Herrera Oria, un cristiano ejemplar que forjó instituciones para actuar en la vida pública e intentó modernizar el catolicismo en España. La idea central de la vida y obra de Herrera fue crear buenos ciudadanos. La preocupación política estaba, pues, por encima de la social. Ésta no se entendía sin aquélla. La creación de ciudadanos ejemplares guiados por la divisa «pro bono comuni», que figuró en el frontispicio editorial de su Escuela de Ciudadanía Cristiana, resumiría el legado de Ángel Herrera Oria para la posteridad.

Agapito Maestre coincide con el pensamiento herreriano de que el cristiano ha de salir a la calle, a lo público, a la política. El cristiano es un ser público o no es. La idea clave política e intelectual de Herrera no era otra que la obediencia al poder constituido y la resistencia a las leyes injustas. He ahí la cara y la cruz de esa moneda política europea que muchos asocian al nombre de la democracia cristiana.
 
Según Maestre, la resistencia a esta doctrina paulina entre los propios cristianos españoles no sólo hizo fracasar la unidad de acción de los católicos, sino que también les distanció de sus autoridades eclesiásticas. El problema persiste. La falta de respeto por la actuación del cristiano en el mundo y, sobre todo, en la política ha llevado siempre a la Iglesia española a una peligrosa división; hoy, afirmó el conferenciante, por ejemplificarlo con la opinión de un intelectual católico, como es el arzobispo Fernando Sebastián la Iglesia española está profundamente dividida en grupos y tendencias que comprometen la unidad y dificultan grandemente la actuación de los cristianos en el mundo. «Vivir en el mundo sin ser del mundo» es la solución que propone Sebastián a esos problemas del cristiano en la democracia actual.

Agapito Mestre concluyó que hoy como ayer, las élites intelectuales y políticas se resisten a respetar esa paradoja del ciudadano cristiano, del demócrata cristiano, de comienzos del siglo XXI en España. La falta de respeto por la vida del demócrata cristiano de hoy es un reflejo más del fracaso de la idea fundamental herreriana: Dios, la idea del Dios cristiano, tiene un lugar público en el mundo.