Santiago García Aracil, arzobispo de Mérida-Badajoz, ha señalado en una carta pastoral que que Cáritas no es una Organización No Gubernamental, sino la acción caritativa y social de a lo largo de 2000 años, un tiempo «un poco anterior al concepto y a la existencia de lo que hoy se entiende por Gobierno», al tiempo que ha criticado que con «excesiva frecuencia» los medios se refieran a Cáritas como una ONG, porque «parece como si la referencia universal tuviera que ser el gobierno político y sus instituciones».
Así, el prelado expone que «es de justicia manifestar que los primeros hospitales para los pobres, las escuelas de los pueblos y aldeas donde durante siglos no llegaba la atención gubernamental, los centros de acogida para ancianos carentes de atención familiar, los hospicios para niños abandonados, las instituciones dedicadas a proteger a los enfermos mentales, los comedores para personas carentes de los mínimos recursos de subsistencia, los guardarropas montados para el aseo personal y para un decoroso vestido de los indigentes, los lugares de acogida para los peregrinos e inmigrantes carentes de orientación y de los más elementales apoyos, los espacios donde recurrir quienes carecían de techo, y otras muchas instituciones y acciones más, fueron obra de la Iglesia».
Dios y el César
Frente a las críticas habituales que condenan que los templos y los ornamentos litúrgicos tengan una riqueza material importante y que esos bienes (o mejor, su coste)se podrían destinar a los más desfavorecidos, monseñor García señala que «la generosidad que brota de la fe en el Señor Jesús es capaz de proveer los recursos que merecen las cosas de Dios y, al mismo tiempo, los medios para atender a las personas necesitadas, a quienes los cristianos debemos considerar verdaderamente como hermanos».
Porque, prosigue, «en esa doble e inseparable acción cristiana se cumple el mandato de Jesucristo de dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Deber este que, como se ve con toda claridad, no provoca el olvido de ninguno de los dos inseparables destinatarios, ni el desequilibrio entre ellos provocada por una visión parcial y sesgada».
Obligación de todos
El prelado concluye recordando que «ningún cristiano, sea cual sea su condición, puede sentirse excusado del ejercicio de la caridad. Y cada cristiano debe ejercerlo de acuerdo con sus posibilidades y según su propia vocación recibida de Dios.
Ninguna institución ni asociación cristiana, se cual sea su estilo, su objetivo o su tarea concreta, desarrolla debidamente su identidad esencial si no cumple con el deber de la caridad para con los más necesitados».