(Inmaculada Alvarez/Zenit) Con motivo de la aprobación definitiva de los Estatutos del Camino Neocatecumenal, uno de sus iniciadores, el pintor español Francisco Gómez Argüello (Kiko), concedió una entrevista a Zenit en la que explica las claves de este camino de renovación bautismal, hoy extendido por los cinco continentes. Ofrecemos aquí la primera parte: -¿Qué supone este reconocimiento definitivo de los Estatutos? Una gran alegría y una profunda gratitud al Señor y a la Santa Virgen María que siempre nos ha ayudado. Y sobre todo a Pedro en la persona de Benedicto XVI, que es quien ha ratificado los Estatutos. Para nosotros es una confirmación de cuarenta años de Camino en todo el mundo. Desde las barracas en Palomeras Altas, a Roma en el Borghetto Latino, esperando a que el Señor manifestase su voluntad, y también en uno de los barrios más pobres de Lisboa. Hasta esta aprobación efinitiva hay un recorrido de sufrimiento, de persecuciones, de procesos, etc. que al final ha tenido fruto. -Se dice en el decreto de aprobación que el Camino Neocatecumenal responde a las intuiciones del Concilio Vaticano II. ¿En qué sentido lo hace? Nosotros pensamos que el Camino ha sido suscitado por Dios para actualizar el Concilio en la vida de las parroquias. En la primera reunión que tuvimos con la Sagrada Congregación para el Culto Divino, cuando examinaron por primera vez las celebraciones del Camino que hacíamos (se acusó entonces al Camino de que “repetía” el sacramento del bautismo, lo que no era cierto), el Comité de expertos, que por entonces estaba estudiando la elaboración del Ordo Initiationis Christianae Adultorum, se quedaron sorprendidísimos de lo que estábamos haciendo, porque el Espíritu Santo estaba ya realizando lo que ellos intentaban plasmar. El padre Gottardo Pasqualetti, experto en Liturgia, vino a una Eucaristía nuestra. Luego me llamó el secretario de la Congregación para avisarme de que iban a hacer una /laudatio/ en latin para toda la Iglesia. En ella se decía que si Dios no suscita carismas que actualicen el Concilio, es imposible llevarlo a cabo. Cuando la Congregación estudió el Camino, lo primero que vio fue que era un don de Dios para llevar a las parroquias el Concilio Vaticano II, no un proyecto humano. Y esto se recoge en el texto de la laudatio: que si después del Concilio de Trento Dios no hubiera suscitado carismas para llevar a cabo la reforma conciliar, ésta hubiera sido muy difícil, y que lo mismo sucede en el caso del Concilio Vaticano II: “praeclarum exemplar… en las Communidades Neocatecumenales”. Otro aspecto es el amor a la Escritura, del que se hablaba en la Constitución Dei Verbum. En el Camino esto es patente, tiene unas claves hermenéuticas de interpretación de la Escritura que permiten el redescubrimiento del Antiguo Testamento en conexión con el Nuevo, además el poder ayudar a portar la renovación litúrgica, la renovación pastoral, etc. También hay que destacar el espíritu ecuménico que ha aflorado a través del Camino, la Iglesia ortodoxa ha mostrado mucho interés. -¿Por qué es la catequesis bautismal la clave para la evangelización del hombre de hoy? Porque el bautismo nos abre la puerta a la Iglesia, a la participación de la naturaleza divina. Como dice San Pablo, “la caridad de Cristo nos apremia al pensar que si Cristo murió por todos, todos murieron. Y murió por todos para que los que vivan no vivan ya para sí mismos, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos”. El problema del hombre de hoy es que, por el pecado original, todo lo vive para sí, se ha colocado en el centro del universo, sustituyendo a Dios como centro de su ser persona, y no se da cuenta de que vive esclavizado, condenado a vivir para sí mismo. Esto provoca un sufrimiento profundo, porque la verdad es otra, es que Dios es el amor total, la donación total al otro que ha mostrado en Cristo, el hombre sufre porque no ama como Cristo. En países donde se ha negado durante años la trascendencia, donde se ha negado a Dios, como en los países excomunistas, el índice de suicidios es altísimo. Porque la felicidad es vivir en la verdad, y la verdad es el amor. Y este pecado original sólo puede ser borrado a través del bautismo. Por eso, es muy importante volver a llamar a los hombres a la fe, a través de la predicación, a través del anuncio del kérygma, el anuncio de Cristo muerto y resucitado. Cuando Pedro hace este anuncio, el día de Pentecostés, la gente se conmueve y le pregunta qué tienen que hacer. Pedro responde: “haceos bautizar y recibiréis el don del Espíritu santo”. Las primeras pilas bautismales eran piscinas (el Concilio vuelve a hablar de inmersión), a las cuales el neófito descendía por unos escalones. Esta primera forma de bautismo representa perfectamente lo que significa este sacramento, la muerte del hombre viejo y la resurrección a la vida nueva, al hombre regenerado por el Espíritu Santo, que puede amar y entregarse. Por eso Cristo crucificado es la verdadera imagen del hombre libre. -¿Ésta es por tanto la respuesta a la secularización? Claro, ¿cómo puede el hombre ser libre del pecado que actúa en él? Sólo Cristo puede liberar al hombre, hacerle que pueda amar a los demás, hacerle partícipe de su naturaleza divina. Esto es algo fantástico que cambia la vida del hombre, hay que contarlo al universo entero, reevangelizar el mundo. Como decía el Papa Juan Pablo II, esta nueva evangelización requiere nuevos modos, nuevos contenidos, y eso es lo que ha suscitado Dios a través de este Camino. Ahora que se han aprobado los estatutos, podemos ofrecer este Camino a los obispos y a la Iglesia entera, para llevar adelante la Nueva Evangelización. -El Camino es distinto de otros movimientos existentes en su forma jurídica, ya que no es una asociación de fieles. ¿Podría explicar qué tipo de figura ha adoptado? Precisamente una de las novedades del Camino, como explica monseñor Arrieta, miembro del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, es que se le ha reconocido una personalidad jurídica pública, es decir, que actuamos en nombre de la Iglesia. La forma que adopta es la de fundación de bienes espirituales. Hasta ahora las fundaciones se habían creado en base a patrimonios de tipo material, a diferencia del Camino, que gestiona un bien de la Iglesia que es el catecumenado de adultos, según las pautas marcadas por sus iniciadores. Se funda en el obispo, ya que quien tiene potestad plena en lo referente a la iniciación cristiana es el obispo diocesano. Por tanto el Camino no posee ningún bien material, el titular de los bienes es la diócesis. El Camino es, como dice el decreto de aprobación, un instrumento, un itinerario de catequesis que se ofrece al obispo para la evangelización de los alejados.