La idea de llevar a cabo ayer una cacerolada ante la Catedral para ofender al arzobispo de Granada, Javier Martínez, no se convertirá en un hito anticlerical. A la hora fijada no había ni rastro de menaje de cocina laico en la plaza. Por el contrario, una multitud de fieles, de Granada, y de otras ciudades como Córdoba, Málaga y Murcia, espoleada por el anuncio de la protesta, arropó al prelado en la Eucaristía celebrada en la Santa Iglesia Catedral.

Los fieles desagraviaron así al prelado, víctima de fuertes críticas lanzadas tras malinterpretarse torticeramente una declaración suya sobre la violencia en la que, en relación al aborto, indicaba literalmente que matar a un niño indefenso, y que lo haga su propia madre, da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar del cuerpo de la mujer porque la tragedia se la traga ella.

Aunque de sus palabras no se deduce justificación de la violencia machista, sino un respaldo a la mujer, colectivos feministas han cargado desde entonces contra el arzobispo, quien, al término de la Eucaristía, a la que asistieron centenares de personas, condenó de nuevo cualquier tipo de malos tratos y de violencia física, verbal o psicológica, contra las mujeres y contra cualquier ser humano, a la vez que reiteró la defensa de la vida y dignidad de la mujer, así como la defensa de la vida desde su concepción hasta su muerte natural.

«Corría el año 78, y era yo un sacerdote con 30 años, cuando, enfrente del Congreso de los Estados Unidos, en una Eucaristía en Washington, en uno de los primeros viajes de Juan Pablo II, yo le oí decir: «Y nosotros nos levantaremos para defender la vida del no nacido». Estas palabras, que yo recordaré siempre con la fuerza con la que él las dijo, siguen siendo verdad hoy. Y de la misma manera, nos levantaremos para defender a cualquier mujer que no sea tratada de acuerdo con su dignidad de mujer. Que quede claro para todo el mundo: la Iglesia condena cualquier maltrato a la mujer, cualquier trato que no sea el modo como nosotros somos tratados por Dios, a la mujer, al hombre, a toda persona humana, desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. Nos levantaremos y no dejaremos de defender sus vidas y su dignidad», señaló el arzobispo.