La unidad, prosiguió el Pontífice, es ante todo «unidad de fe sostenida por el sagrado depósito del que el Sucesor de Pedro es el primer custodio y defensor; (...) es un servicio inderogable del que depende la eficacia de la acción evangelizadora de la Iglesia hasta el final de los siglos».
 
«El obispo de Roma -explicó el Papa-  (...) debe proclamar constantemente que (...) Jesús es el Señor. La "potestas docendi" comporta, de hecho, la obediencia a la fe para que la Verdad que es Cristo siga resplandeciendo en su grandeza (...) hasta que haya un único rebaño, reunido en torno al único Pastor».
 
El objetivo del testimonio común de la fe por parte de todos los cristianos «constituye  por lo tanto la prioridad de la Iglesia de todos los tiempos. (...) En este espíritu -dijo el  Papa-, confío en particular en el compromiso de este dicasterio para que se superen los problemas doctrinales que todavía quedan para alcanzar la plena comunión con la Iglesia por parte de la Fraternidad de San Pío X», informa el Servicio Vaticano de Información.
 
Benedicto XVI agradeció a la Congregación su empeño «en favor de la plena integración de los grupos de fieles y de las personas, que pertenecían al Anglicanismo, en la vida de la Iglesia católica», según lo establecido en la constitución apostólica «Anglicanorum coetibus». La fiel adhesión de esos grupos «a la verdad recibida de Cristo y propuesta por el Magisterio de la Iglesia no es de modo alguno contraria al movimiento ecuménico -puntualizó el pontífice-, sino que demuestra, en cambio, su meta final, que consiste en llegar a la comunión plena y visible de los discípulos del Señor».
  
Refiriéndose después a la instrucción «Dignitas personae» sobre algunas cuestiones de bioética, publicada por la Congregación en 2008, el Papa afirmó que representaba «un  nuevo punto firme en el anuncio del Evangelio» en plena continuidad con la instrucción «Donum vital» de 1987. «En temas tan delicados y actuales como los concernientes a la procreación y las nuevas propuestas terapéuticas que comportan la manipulación del embrión y del patrimonio genético humano -observó- (...) el Magisterio de la Iglesia quiere brindar su propia aportación a la formación de la conciencia no solo de los creyentes sino de cuantos buscan la verdad y quieren escuchar argumentos que proceden  de la fe y también de la razón».
 
«La fe cristiana ofrece una aportación verdadera también en ámbito ético filosófico, sin dar soluciones preestablecidas a problemas concretos, como la investigación y la experimentación científica, sino proponiendo perspectivas morales dentro de las cuales la razón humana puede encontrar soluciones válidas», continuó.
 
«Hay determinados contenidos de la revelación cristiana que arrojan luz sobre la problemática bioética», observó el Santo Padre. «Estos contenidos, grabados en el corazón del ser humano, son comprensibles racionalmente como elementos de la ley moral natural y pueden ser bien recibidos incluso por aquellos que no se reconocen en la fe cristiana».
 
«Fundada en la misma naturaleza humana y accesible a toda criatura racional, la ley moral -terminó el pontífice- constituye así la base para entrar en diálogo con todas las personas que buscan la verdad y, más en general, con la sociedad civil y secular. Esta ley, grabada en el corazón de todo ser humano, toca uno de los nudos esenciales de la reflexión sobre el derecho e interpela igualmente la conciencia y la responsabilidad de los legisladores».