(D.Menor/J.R.Navarro/La Razón) El cisma lefebvriano puede tener una fecha de finalización: el próximo sábado 28 de junio. Según revela Andrea Tornielli, vaticanista del diario italiano «Il Giornale», la Fraternidad San Pío X- la entidad que agrupa a los 480 sacerdotes y 100.000 fieles seguidores de Lefebvre- tiene esta fecha límite para decidir si acepta las cinco condiciones propuestas por la Santa Sede para reintegrarse en la plena comunión con Roma. La propuesta vaticana surge de la reunión que el pasado 4 de junio mantuvieron el cardenal Darío Castrillón Hoyos, presidente de la comisión «Ecclesia Dei» (el dicasterio vaticano creado por Juan Pablo II para acercar posturas con el grupo cismático), y el actual superior de los lefebvrianos, el obispo Bernad Fellay. Según la carta hecha pública por Tornielli, Castrillón habría pedido a Fellay cinco compromisos: el de dar «una respuesta proporcionada a la generosidad del Papa», «evitar cualquier intervención pública que no respete la persona del Santo Padre y que pueda ser negativa para la caridad eclesial», evitar «la pretensión de un magisterio superior al del Santo Padre y no proponer la Fraternidad como contraposición a la Iglesia», «demostrar la voluntad de actuar con honradez en la plena caridad eclesial y en el respeto de la autoridad del Vicario de Cristo» y, por último, «respetar la fecha, fijada para finales de junio, para responder positivamente». En su carta, el cardenal Castrillón recuerda que esta última condición «es necesaria como preparación inmediata a la adhesión para alcanzar la plena comunión». En caso de aceptar las condiciones, el Vaticano crearía para los lefebvrianos una entidad autónoma de las ya recogidas por el derecho canónico, bien una Prelatura personal o una Administración apostólica, lo que permitiría a la Fraternidad seguir su actividad pastoral (82 colegios, 6 institutos universitarios y 450 lugares de culto) con una cierta independencia y mantener sus seis seminarios. Como la misma carta reconoce, las condiciones ofrecidas por el Papa son «generosas», pues no hacen ninguna alusión directa a la aceptación por parte de los lefebvrianos de las disposiciones del Concilio Vaticano II, aunque de forma implícita estaría reconocido en la petición de «respeto de la autoridad del Vicario de Cristo». El acercamiento de Benedicto XVI con los lefebvrianos comenzó en 2005, apenas unos meses después de iniciar su pontificado, cuando recibió a Fellay en Castelgandolfo. Fellay reveló más tarde que entre las peticiones que habían presentado al Santo Padre para sellar su vuelta a la comunión se encontraba «el cambio del clima de hostilidad hacia la Tradición, una completa libertad para la misa tridentina, que se abandonara el reproche de cisma sepultando las pretendidas excomuniones y que se encontrara una figura eclesiástica para la familia de la Tradición». La publicación hace un año del motu propio que liberalizaba la celebración de la misa de acuerdo al rito extraordinario, la figura canónica que se ofrece ahora a la Fraternidad y el levantamiento de la excomunión a los cuatro obispos -implícito en la carta- ofrecen un marco favorable para superar esta división. El único inconveniente puede venir ahora por las divisiones internas de los lefebvrianos.