El jueves se inició el Año Santo Jacobeo, con una solemne eucaristía en la catedral gallega presidida por el arzobispo Julián Barrio, y en la que participaron los obispos de Tuy-Vigo, Orense, Mondoñedo-Ferrol, Lugo, Astorga (capital de la Vía de la Plata), Le Puy (donde se inicia un ramal del camino francés), Piazza Armerina, en Sicilia, y dos obispos auxiliares alemanes, de Wurzburg y de Rottemburg. Alemania es el país extranjero del que más peregrinos vienen.

Renzo Fratini, nuncio del Papa en España, trajo a la celebración una felicitación del Pontífice acompañada de una orientación: que el Camino sirva para evangelizar. Benedicto XVI pedía recientemente crear espacios para que los alejados de Dios puedan acercarse a Él. Uno de esos espacios es el Camino de Santiago: «también los que no tienen fe, o tal vez la han dejado marchitar, tendrán una ocasión para recibir el don de Aquel que ilumina a todos los hombres para que puedan tener finalmente vida».

El Papa describe la fuerza de la ruta jacobea: «En el Camino se contemplan nuevos horizontes que hacen recapacitar sobre las angosturas de la propia existencia y la inmensidad que el ser humano tiene dentro y fuera de sí». La «verdadera meta», insiste, es que Dios entre en el corazón de los peregrinos «para que tengan vida y la tengan en abundancia». Para ello, pide a los sacerdotes del Camino «prodigarse en la administración de los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía», ya que «lo característico del Año Santo es el perdón y el encuentro con Cristo Vivo».

El 42 por ciento de los peregrinos declara viajar sólo por razones religiosas. El resto combina lo religioso, lo cultural, lo deportivo y también cierta espiritualidad difusa que es una oportunidad para evangelizar.