«Niño abortado, hijo asesinado», «Sí a la vida». Con estos lemas más de un centenar de personas se dieron cita ayer a las puertas de la clínica abortista Dator, una de las más emblemáticas de Madrid, en lo que ya se ha convertido en una protesta tradicional el Día de los Santos Inocentes promovida por los grupos pro vida. La movilización se realizaba simultaneramente en otras capitales españolas.

En Madrid, esta vez no hubo incidentes que lamentar. «Si la Policía nos dice que nos disolvamos, lo vamos a hacer cívicamente», anunció uno de los organizadores. Lo hizo tras advertir de que la concentración era «ilegal» porque «nunca nos la autorizan».

La clínica madrileña, flanqueada por una decena de agentes de la Unidad de Intervención Policial, tampoco quería conflictos. «Tenemos una buena noticia: la clínica ha suspendido hoy todos los abortos», anunció entre algarabía y aplausos el presidente de Pro vida Madrid, Jesús Poveda.


La concentración, más numerosa que otros años, había sido organizada por Derecho a Vivir, Médicos por la Vida, Pro vida y Universitarios por la Vida, pero a ninguna de estas organizaciones pertenecía Juan Carlos, un padre de familia que ayer decidió unirse por primera vez a la tradicional protesta porque «el aborto es un crimen, es matar a seres inocentes». Pero sobre todo se animó porque «ahora, más que nunca, con la futura Ley del Aborto que se ha promovido, hay que defender la vida. Creo que este Gobierno radical va a provocar que mucha gente que está sentada en su sillón reaccione y se mueva».

Juan Carlos recordó el caso en el que se vieron envueltos sus amigos: «Se enteraron que una conocida quería abortar por falta de medios y se volcaron con ella. Hicieron una cadena con sus amistades para proporcionarle ayuda y, al final, la chica decidió seguir adelante con su embarazo. Tras nueve meses fue muy bonito saber que Alexander había nacido».


Alberto Navarro lleva ocho meses en una «escuela de rescate» de embarazadas. El objetivo es «captar» a mujeres en estado de gestación a las puertas de las clínicas abortistas y «hacer el trabajo que la asistenta social y el psicólogo de las clínicas abortistas no hacen», relataba ayer a las puertas de la Dator. «Sé el tipo de información que facilitan porque una vez vine con mi prima, que se hizo pasar por una embarazada que quería abortar, y no le dieron ningún tipo de información. La mayoría de las mujeres se encuentran asustadas cuando vienen».


Alberto aseguraba ayer que el perfil de la mujer que decide ir a una clínica abortista tiene entre 25 y 30 años, cuenta con más hijos y una pareja estable, pero por una cuestión económica no puede mantener a otro más. Al menos la mitad son inmigrantes.
«Estoy seguro de que si pudiéramos ofrecer un puesto de trabajo, habría muchas mujeres que desistirían de abortar», decía Alberto.
Entretanto, los organizadores de la protesta clamaban por que el Gobierno ponga en marcha un plan de apoyo a la mujer embarazada y 300 globos blancos se lanzaban al cielo por los 300 abortos que cada día se practican en alguna clínica española.