El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha difundido en el Diario Vasco un artículo (recogido también en su web, En Ti confío) sobre el sentido de la Cuaresma, recogiendo las intuiciones de diversos pensadores como Simone Weil, Gustave Thibon o San Agustín: muchas cosas, incluso buenas o lícitas, distraen de Dios y nos hacen caer en una idolatría. Por eso, la Cuaresma es un tiempo de simplificación y austeridad, de pobreza, para centrarnos más en Dios.
Munilla señala una idea que ya planteaba San Agustín: ¿y si Dios viniera al mundo y nos ofreciese disfrutar sin límites de la abundancia de todas las cosas creadas, no solo en el espacio de esta vida, sino por toda la eternidad; pero, eso sí, anunciándonos que nunca Le veríamos, nunca Le conoceríamos de cerca? "Se escucharía en todo el orbe un lamento colectivo, nacido de la decepción del ser humano por ver frustrado su deseo de unirse a Dios", escribe Munilla citando a San Agustín.
El obispo señala que la misma idea se explora en un diálogo teatralizado de 140 páginas de Gustave Thibon que recientemente se ha publicado en español: Seréis como dioses.
"Imaginemos un mundo futuro en el que los hombres sean plenamente inmortales gracias a los avances científicos. Imaginemos un mundo en el que la ciencia haya colmado al ser humano de todas sus aspiraciones inmediatas, pero a costa de dejarlo sin eternidad, a costa de renunciar a participar de la vida de Dios. La consecuencia de esta hipótesis sería, igualmente, la frustración más profunda del hombre: no existe una plenitud de felicidad sin Dios".
El reto es no caer en la idolatría. Un rabino citado en Lumen Fidei declara: «Hay idolatría cuando un rostro se dirige reverentemente a un rostro que no es un rostro». "O dicho de otra forma: cuando el cielo se vacía de Dios, la tierra se llena de ídolos. Entregar el corazón plenamente a las criaturas en vez de al Creador, conlleva inevitablemente la decepción y el sufrimiento", añade el obispo Munilla. Y volviendo a Lumen Fidei, "la idolatría es siempre politeísta, ir sin meta alguna de un señor a otro". (LF 13).
Por el contrario, "alguien dijo que el cielo no es otra cosa que el mismo Dios ‘por dentro’. Es decir, el cielo no es un lugar en el que está Dios, sino que es en Dios donde se encuentra el cielo. Insisto una vez más: el cielo es participar de la intimidad de Dios, y el infierno radica en el rechazo dramático del don de su amistad".
Ante esto, el obispo considera que "el tiempo de Cuaresma es una buena oportunidad para examinar dónde está colocado el centro de gravedad de nuestro corazón, corrigiendo dos riesgos de signo contrario: apegarnos a los bienes de este mundo, hasta el punto de confundirlos con Dios; y despreciar los dones de Dios, viviendo sumidos en la amargura. La vocación del hombre es la de amar sin idolatrar; disfrutar de los dones de Dios en esta vida, pero sabiendo que solo Dios puede colmar nuestra vocación al amor".
Y propone tres citas bíblicas para meditar esta Cuaresma, las mismas que Jesús usó contra el demonio en el desierto:
- No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios
- No tentarás al Señor tu Dios
- Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él solo darás culto
"A buen seguro, serán de gran ayuda para discernir entre el falso y el verdadero paraíso. ¡Jesús ha venido para que tengamos vida, y vida abundante!", finaliza el texto del obispo.