Con muchas reservas, un ciudadano europeo que reside en Arabia Saudí accede a hablar a ReL de las dificultades crecientes de ser cristiano en el país que acoge las ciudades santas musulmanas de La Meca (lugar de nacimiento de Mahoma) y Medina.
Cualquier culto distinto del islámico está terminantemente prohibido, hasta el punto de que, de ser sorprendido en una misa, o símplemente portando una Biblia o un crucifijo, la «mutawa» (Policía especial) puede detener a cualquiera que, a buen seguro, será castigado desde penas de 200 latigazos, prisión o, incluso decapitación.
Según relata nuestro ciudadano «en la zona», del que por motivos obvios no podemos dar más pistas, aunque le llamaremos Rodrigo, acudir a misa en Arabia Saudí es ciertamente complejo. Con toda la regularidad que la discreción y las circunstancias permiten, los pocos sacerdotes que vivien allí, llaman y fijan el lugar y la hora de la cita. «Para ir a misa hay que hablar con el "Padre Joseph". Allí todos se llaman así», cuenta Rodrigo. Si es posible, se celebrará una misa completa. Si no, la alternativa es un rato de oración ante el Santísimo, alimentada por la meditación de las lecturas correspondientes al tiempo litúrgico. Estas reuniones se producen casi todos los domingos y, si hay posibilidad, también entre semana en un «circuito» de embajadas occidentales.
Como no siempre es posible contar con un sacerdote, hay grupos de laicos organizados, que se reunen con periodicidad para poder crear un cierto espíritu de comunidad cristiana.
La pregunta llega con facilidad. ¿Cómo entran los sacerdotes en el país? Con seguridad, no lo hacen ensotanados, ni con clergyman. «Habitualmente, son contratados por empresas multinacionales que conocen su verdadera dedicación», asegura Rodrigo. Algunos, cumplen con su horario laboral y luego desarrollan su acción pastoral. Otros, directamente se dedican a predicar y a asistir al cerca del millón de cristianos que, pese a las prohibiciones, viven en el país.
La mayoría de ellos son familias filipinas de clase media o baja, que con cierta frecuencia guardan el Santísimo en algún escondrijo de sus casas. El riesgo es máximo. No en vano, se han registrado redadas de varias decenas depersonas detenidas por oir misa en un apartamento.
En las contadas ocasiones en las que conversa sobre temas religiosos o espirituales con algún musulmán, Rodrigo tiene mucho cuidado debido a la prohibición y, si hay confianza suficiente, suele terminarlas con una expresión parecida a esta: «Si seguimos hablando de estos temas y me convences, no pasará nada. Si te convenzo yo a tí, la cosa cambia».