Tras explicar luego que Belén, en Tierra Santa, es una ciudad símbolo de la paz «buscada fatigosamente y muy esperada», el Santo Padre indicó que en este lugar «y en el mundo entero, se renovará en la Iglesia el misterio de la Navidad, profecía de paz para todo hombre, que alienta a los cristianos a entrar en lo recóndito, en los dramas, con frecuencia desconocidos y escondidos, y en los conflictos del contexto en el que se vive, con los sentimientos de Jesús».
 
De esta manera, prosiguió el Papa, los cristianos serán capaces de «convertirse en todo lugar en instrumentos y mensajeros de paz, para llevar amor donde haya odio, perdón donde haya ofensa, alegría donde haya tristeza y verdad donde haya error, como dice una oración franciscana».
 
«Hoy –continuó Benedicto XVI– como en los tiempos de Jesús, la Navidad no es una fábula para los niños, sino la respuesta de Dios al drama de la humanidad en busca de la verdadera paz. ‘¡Él mismo será la paz!’, dice el profeta refiriéndose al Mesías. A nosotros nos toca abrir totalmente las puertas del corazón para acogerlo».
 
En ese camino, concluyó el Papa, «aprendemos de María y José: nos ponemos con fe al servicio del designio de Dios. Incluso si no lo comprendemos plenamente, nos confiamos a su sapiencia y bondad. Busquemos antes que nada el Reino de Dios y la providencia nos ayudará. ¡Feliz Navidad a todos!», informa Aci.
 
En su saludo en español, el Pontífice explicó que «la Virgen Santísima, llevando en su seno y en su corazón al Hijo de Dios, fue causa de alegría para su pariente Isabel. Os invito a que, acogiendo en vuestro interior la divina Palabra, dando un testimonio fiel y convencido de la fe y prodigándoos en obras de caridad, seáis también para los demás testigos y mensajeros de Cristo Jesús, fuente de gozo y esperanza para el mundo».
 
Asimismo invitó, «estando ya próximas las fiestas de la Navidad, a prepararos con fervor a la celebración del nacimiento del Verbo, hecho carne en las purísimas entrañas de María».