En su catequesis, dedicada hoy a la figura de Juan de Salisbury, teólogo medieval del siglo XII, el Papa ha destacado que en nuestra época, «sobre todo en algunos países, asistimos a una disgregación preocupante entre la razón, que tiene como tarea descubrir los valores éticos legales relacionados con la dignidad de la persona humana, y la libertad, que tiene la responsabilidad de acogerlos y promoverlos».

Contrastando la situación actual con la obra de Juan de Salisbury, el Pontífice ha observado «que son conformes con la justicia sólo las leyes que tutelan la sacralidad de la vida humana y rechazan la licitud del aborto, de la eutanasia y de las frívolas experimentaciones genéticas. Son justas las leyes que respetan la dignidad del matrimonio entre un hombre y una mujer, que se inspiran en la correcta laicidad del Estado, lo cual comporta siempre la salvaguarda de la libertad religiosa, y que persiguen la subsidiariedad y la solidaridad a nivel nacional e internacional».

De otro modo, ha advertido el Papa, «acabaría por instaurarse la que Juan de Salisbury define la tiranía del príncipe, y que nosotros llamamos la dictadura del relativismo». «Existe -ha dicho el Papa- una verdad objetiva e inmutable, cuyo origen está en Dios, accesible a la razón humana y que se refiere al obrar práctico y social. Se trata de un derecho natural, al cual las leyes humanas y las autoridades políticas y religiosas deben inspirarse, con el fin de promover el bien común».