Entre estos gestos, Benedicto XVI destacó «la oportunidad de celebrar la Santa Misa en algunas cárceles, la realización de procesiones religiosas, la reparación y devolución de algunos templos y la construcción de algunas casas religiosas, o la posibilidad de contar con seguridad social para los sacerdotes y religiosos».
 
En este sentido, apuntó a la oportunidad de llegar a un acuerdo marco de relaciones entre Cuba y la Santa Sede, que «defina convenientemente las relaciones existentes y nunca interrumpidas entre la Santa Sede y Cuba, y que garantice el desarrollo adecuado de la vida y la acción pastoral de la Iglesia en esa Nación».
 
El Papa quiso destacar la labor social que la Iglesia está llevando a cabo en Cuba, especialmente en estos momentos de crisis económica, y destacó «cómo la mayor cooperación alcanzada con las autoridades ha permitido la realización de importantes proyectos de asistencia y reconstrucción, especialmente con ocasión de las catástrofes naturales», informa Zenit.
 
Este incipiente clima de colaboración «ha posibilitado a la Iglesia dar su modesta contribución caritativa», poniendo en marcha «numerosas iniciativas de asistencia social que, aunque de reducidas dimensiones, llegan a muchos enfermos, ancianos y desvalidos», afirmó el Papa.
 
«Confío además en que este clima favorezca también su participación en los medios de comunicación social y en la realización de tareas educativas complementarias, de acuerdo a su específica misión pastoral y espiritual», añadió.
El Papa quiso subrayar la importancia de la próxima celebración, en el año 2012, del Cuarto Centenario del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba.
 
«Esta querida advocación mariana es un símbolo luminoso de la religiosidad del pueblo cubano y de las raíces cristianas de su cultura», afirmó, destacando que la Iglesia «es depositaria de un extraordinario patrimonio espiritual y moral que ha contribuido a forjar de manera decisiva el alma cubana, dándole carácter y personalidad propia».
 
Subrayando la separación entre Iglesia y Estado, el Papa dio a entender que una mayor libertad de actuación de los cristianos redundará en beneficio para el país.
 
«El principal servicio que la Iglesia presta a los cubanos es el anuncio de Jesucristo y su mensaje de amor, perdón y reconciliación en la verdad. Un pueblo que recorre este camino de concordia es un pueblo con esperanza de un futuro mejor», afirmó.
 
Destacó también que «todos los hombres y mujeres y, en especial, los jóvenes, necesitan hoy, como en cualquier otra época, redescubrir aquellos valores morales, humanos y espirituales, como por ejemplo el respeto a la vida desde su concepción hasta su ocaso natural, que hacen la existencia del hombre más digna».
 
En cuanto a la crisis económica, el Papa pidió con urgencia «una economía que, edificada sobre sólidas bases éticas, ponga a la persona y sus derechos, su bien material y espiritual, en el centro de sus intereses». «En efecto, el primer capital que se ha de salvaguardar y salvar es el hombre, la persona en su integridad», añadió.
 
En este contexto, Benedicto XVI reconoció la importancia del proceso de apertura de Cuba al resto del mundo, y especialmente los «signos de distensión en sus relaciones con el vecino Estados Unidos», que «dejarían presagiar nuevas oportunidades para un acercamiento mutuamente beneficioso, en el pleno respeto de la soberanía y el derecho de los Estados y de sus ciudadanos».
 
«Cuba, que sigue ofreciendo a numerosos países su colaboración en áreas vitales como la alfabetización y la salud, favorece así la cooperación y solidaridad internacionales, sin que éstas estén supeditadas a más intereses que la ayuda misma a las poblaciones necesitadas».
 
«Es de esperar que todo ello pueda contribuir a hacer realidad el llamado que mi venerado Predecesor, el Papa Juan Pablo II, lanzó en su histórico viaje a la Isla: Que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba», concluyó el Papa.