La Prensa «cuenta el mal» y «amplifica las malas noticias», lo que hace que a los ciudadanos se les «endurezca el corazón» y se les «oscurezcan los pensamientos». El gran peligro de los medios de comunicación, apuntó el Pontífice, es que convierten a su audiencia en «espectadores» que ven el mal como algo que sólo afecta al prójimo y nunca va a sufrir en carne propia. «No somos espectadores sino actores, tanto en el bien como en el mal. Nuestro comportamiento tiene consecuencias para los demás», agregó. Esta situación muestra por qué las ciudades necesitan hoy tanto «a María», que con su presencia «nos habla de Dios, nos recuerda la victoria de la gracia sobre el pecado y nos induce a la esperanza también en las situaciones más difíciles».


El Papa invitó a los católicos a que abran los ojos a la presencia de la Virgen, que «vigila constantemente a sus hijos», en las múltiples representaciones que hay de ella en las iglesias, capillas, pinturas y mosaicos. «María constituye una presencia dulce y segura. Con su estilo discreto da a todos paz y esperanza en los momentos alegres y tristes de la existencia», señaló. La sola presencia de una imagen de la Virgen nos recuerda que «Jesús venció al mal de raíz y nos liberó de su dominio». Al Pontífice le gustaría que la Prensa se ocupara también de «esta bella noticia» y no sólo informasen sobre muertes, catástrofes y desastres.

Recuperó el Papa en su discurso del día de la Inmaculada uno de los argumentos clave de su pontificado: la preocupación por los marginados. «Nos lamentamos a menudo de la contaminación de las ciudades, del aire irrespirable. No obstante, hay otra contaminación, la del espíritu, que hace nuestros rostros menos sonrientes y provoca que no nos miremos a la cara». En la ciudad, dijo el Obispo de Roma, las personas mutan en «cuerpos»; se convierten en «objetos sin rostro, cambiables y consumibles». El «mecanismo perverso» de las ciudades explota hasta el final a las personas, y las esconde y expone sin piedad.
Ante la multitud que se congregó en la plaza de España, entre los que se encontraba el embajador de nuestro país cerca de la Santa Sede, Francisco Vázquez, Benedicto XVI defendió la dignidad humana. «Cada individuo debe ser acogido como una persona, cada historia humana es una historia sagrada. La ciudad está formada por todos nosotros».

Antes, a mediodía, el Papa dirigió el Ángelus en la plaza de San Pedro. Sus palabras estuvieron dedicadas a la Virgen. «Qué alegría inmensa tener como madre a María Inmaculada. Cada vez que sentimos nuestra fragilidad y la sugestión del mal podemos dirigirnos a Ella y nuestro corazón recibirá así luz y consuelo», dijo Benedicto XVI. Hasta la Iglesia, pese a sufrir los «influjos negativos del mundo», encuentra siempre en la Virgen «una estrella para orientarse y seguir el camino indicado por Cristo». Tras el Ángelus, el Pontífice saludó en nuestro idioma a los peregrinos de lengua española y recordó que la «solemnidad de la Inmaculada Concepción» está muy arraigada «en España y en los países latinoamericanos».


A la Liga Norte, principal socio de Silvio Berlusconi en el Gobierno, no le gusta que la Iglesia defienda los intereses de los inmigrantes. Ahora le ha tocado el turno al cardenal de Milán, el arzobispo Dionigi Tettamanzi. El diario «La Padania», órgano oficial de la Liga Norte, le ha criticado por impulsar la acogida a los extranjeros, preguntándose si era «un cardenal o un imán». «No tiene nada que ver con su territorio, sería como poner a un cura mafioso en Sicilia», opinó el ministro Roberto Calderoli, también de la Liga Norte. El Vaticano y el jefe de Estado italiano han salido en defensa del cardenal.