En el transcurso de la homilía ofrecida en la capital guipuzcoana con motivo de la festividad de la Inmaculada Concepción, el prelado se refirió a la tramitación de «la llamada Ley de interrupción voluntaria del embarazo, que es, en realidad, una ley reguladora del aborto». «La fiesta de hoy requiere una alusión, siquiera fragmentaria, de esta grave práctica del aborto y de su tratamiento legal», señaló.
 
A su juicio, el aborto es «un mal que es preciso erradicar o debilitar» y destacó que «la misma ley» propone, entre otros objetivos, «la disminución de esta práctica, moralmente detestable». «La biología de la mujer y su misma psicología en condiciones normales le inducen a preservar y cuidar desde el principio al ser humano indefenso y necesitado que llevan dentro de sí. Sólo cuando el agobio de una maternidad no deseada, la angustia del futuro y la presión de su entorno inciden sobre ella la voluntad de cuidar se torna tentación de abortar», aseguró.
 
Uriarte aseguró que la Iglesia no es ajena al «drama doloroso vivido por estas mujeres», pero se mostró convencido de que «sería justo, necesario y noble que su pareja, sus padres y amigos ayudaran a la mujer gestante a respetar esta nueva vida humana en vez de animarle a deshacerse de ella eliminándola».
 
«Porque -indicó- el ser humano que vive en su seno no es un apéndice de su organismo, sino un ser humano dependiente, pero diferente de ella. Ninguna madre tiene derecho alguno a malograr esa vida humana diferente». Para el obispo donostiarra, las 14 semanas establecidas por la ley en las que la madre, «debidamente informada», es «la única que puede decidir sobre si tener a su hijo o aceptar que sea destruida» hace que «la criatura inocente se encuentra a merced de los miedos y angustias de la madre». «Me pregunto si es esta la manera de respetar y cuidar por parte del estado a un ser humano al que la misma Constitución reconoce la condición de un bien jurídico que es preciso proteger», indicó.
 
Uriarte denunció que la ley que va a votarse definitivamente en las próximas semanas tiene «otras graves deficiencias cuya mención no cabe en los límites de una homilía», por lo que deseó «ardientemente» que «en la tramitación subsiguiente sea, al menos, notablemente mejorada».
 
Además, expresó su convicción de que «cada uno de los diputados legisladores tiene el derecho y el deber de seguir su propia conciencia por encima de las consignas de los grupos políticos a los que pertenecen» porque «la primera fidelidad de todo ser humano, sea o no creyente, es la debida a su propia conciencia». informa Ep.
 
«Son bastantes los que estiman que cuanto más permisiva sea la mentalidad y la praxis en este punto, más avanzada es la sociedad que la asume. Estoy convencido de que el verdadero progreso humano no va en esa dirección sino en la contraria. Albergo la esperanza de que un día el sentido ético de la humanidad se afine y se pregunte con pena y sorpresa cómo fuimos tan poco lúcidos para considerar progreso lo que en realidad es una regresión humana», agregó.
 
Para el obispo de San Sebastián, quienes se expresan de esta forma han de ser «coherentes con este pensar». «Hemos de hacer cuanto esté en nuestras manos para que millones de niños nacidos en el mundo no mueran de hambre, de sed, a veces por una simple diarrea. Tenemos medios materiales y humanos para lograrlo», recomendó.
 
Uriarte señaló que «sería manifiestamente insuficiente y flagrantemente incoherente una lucha contra el aborto que no se preocupara de salvar de la muerte a tantas vidas ya nacidas, condenadas a morir irremisiblemente en los primeros pasos de su existencia». «Amar la vida humana es amarla desde el principio hasta el final», concluyó.