A partir de junio de 1931 varios vecinos de la localidad guipuzcoana de Ezquioga manifestaron ver a una señora vestida de blanco con un manto negro, corona de oro y tres estrellas luminosas, considerándola como la Virgen María. Pronto se propagó por Vascongadas y toda España esas apariciones. Se calcula que durante 1931 el pueblecito de Ezquioga tuvo una afluencia de público de más de un millón de personas ansiosas por conocer de primera mano los mensajes de la Virgen, que exhortaban, fundamentalmente, a la conversión, penitencia e intensa oración para salvar a España y al mundo, y evitar así futuros castigos.
Se calcula que «más de 70 videntes», según el obispo Múgica en sus informes a la Santa Sede, recibieron mensajes de la Virgen. Las visiones se producían al caer la tarde y durante o después del rezo del rosario. Los videntes entraban en extasis, de rodillas, y permanecían inmóviles e inmunes a cualquier pinchazo, quemadura o empujón que pudieran sufrir. Dictaban las visiones en vascuence o castellano, con naturalidad.
Los dirigentes del PNV acogieron al principio estas «apariciones» como «algo caído del Cielo». Engracio Aranzadi, uno de los líderes del nacionalismo vasco escribía por esas fechas: «¿No será que el Cielo trata de conformar el ánimo de los vascos leales a la fe de la raza?». El «Euzkadi Buru Batzar» órgano del Partido Nacionalista Vasco, decidió salir de dudas y comisionar a tres miembros fieles a la causa para preguntar a la Virgen «qué tenía que decir a Euzkadi», según refiere José María Sánchez de Toca en su libro «Los profetas de la piel de toro» (Akrón). Los comisionados fueron a Ezquioga y le transmitieron a la vidente principal, la niña Benita Aguirre, esa inquietud «de los nacionalistas» para que se lo trasladara a la Virgen.
La respuesta de la Virgen fue en castellano. En otras ocasiones los videntes dictaban en vascuence los mensajes de la Señora, pero esta vez la Virgen sólo hablaba en castellano. Además, los mensajes eran claros: la Virgen había elegido Ezquioga porque «en ese momento allí estaba la mejor gente de España», aunque no siempre sería así; y que su mensaje era para toda España.
Los comisionados del PNV entraron en cierta depresión. Ni una sola alusión a «Euzkadi», ni rastro del vascuence en labios de la Señora, y varias menciones a España. Estaba claro que esas apariciones no eran «políticamente correctas» para los santones del nacionalismo vasco.
De hecho, bien entrada la Guerra Civil, los «gudaris» (soldados del gobierno de «Euzkadi»), tenían orden de buscar los libros del Padre Amado Burguera, cuyo estudio «Los hechos de Ezquioga ante la razón y la fe», también conocido como «el libro negro de Ezquioga» por la éstetica de su portada, tenía una amplia documentación del fenómeno de esas apariciones guipuzcoanas a lo largo de sus 800 páginas, y, de alguna manera, era el estudio más serio y riguroso que podía ilustrar la veracidad de esas apariciones marianas.