El suceso tuvo lugar en el siglo XV en la localidada valenciana de Castelló de Rugat. Una vecina del pueblo, muy devota de la Virgen del Remedio, sufría continuas vejaciones y malos tratos por parte de su marido. La mujer tenía en su casa un lienzo con la imagen de la patrona, y en cada ocasión en que padecía la violencia de su esposo, rezaba a Nuestra Señora y se encomendaba a ella como última ancla de salvación para sus angustias.
Cierto día, la humillación consistió en que el hombre arrojó por una ventana una olla llena de garbanzos y la obligó a salir fuera a recogerlos uno a uno, con el agravante de que la localidad se hallaba bajo una intensísima nevada. Cuando terminó la tarea, un hombre que pasaba por allí se ofreció a acompañarla hasta la casa, y se convirtió así en el primer testigo del milagro: ambos pudieron contemplar, asombrados, las lágrimas que derramaba el lienzo de la Virgen.
Por fortuna para la mujer, hubo un tercer testigo: su propio marido, quien a partir de ese momento cambió de actitud y no volvió a golpearla nunca más.
El lienzo milagroso de la Virgen del Remedio fue colocado en el altar mayor de la parroquia, desde donde vio correr el paso de los siglos hasta que los milicianos del Frente Popular incendiaron la iglesia en 1936 y se destruyó la tela. Tras la Guerra Civil fue sustituida por un cuadro, que es venerado con la misma devoción en un lateral del templo reconstruido.
La misa celebrada por el arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, en la parroquia de la Asunción es el momento grande de la conmemoración. El párroco, Enrique Giner, explicó a la agencia AVAN los actos que durante los días previos han recordado diversos momentos del milagro, y sobre todo «el lloro de la Virgen con el que se compadece de la situación, y la bondad de la Virgen frente a la violencia».