Este domingo moría a los 91 años el sacerdote mallorquín Jaime Bonet, fundador de la Fraternidad Misionera Verbum Dei, presente en más de 100 diócesis de 32 países y que a lo largo de estas décadas ha realizado una importante labor evangelizadora.
El padre Bonet murió en España a las 23.45, tal y como informaban los miembros de esta fraternidad compuesta por tres ramas diferentes: las misioneras consagradas, los misioneros sacerdotes y los matrimonios-misioneros.
Este sacerdote tuvo desde su juventud un gran espíritu de predicación y evangelización, lo que ha quedado impreso en el Verbum Dei. Por ello, el centro de la fraternidad es la oración, la Palabra de Dios y la propagación del Evangelio por el mundo.
Jaime Bonet nació en 1925, estudió en el Seminario de Mallorca aunque fue ordenado sacerdote en 1952 en Barcelona aunque una vez sacerdote volvió a su tierra. Desde muy pronto se caracterizó por su labor de predicación por toda la isla. Llamaba la atención también por sus ejercicios espirituales a los religiosos, religiosas y teólogos de la Diócesis lo que provocó que el obispo le animara a seguir con este espíritu.
Su predicación iba calando rápidamente en la ente y se multiplicaron gracias al padre Bonet los grupos que se preparaban para la predicación por lo que creó escuelas apostólicas y de evangelización con jóvenes que a su vez iban llevando este espíritu a otras parroquias
Así fue como, animado por el obispo Viana, Jaime Bonet fundó el Verbum Dei el 17 de enero de 1963. Rápidamente, su obra se fue extendiendo por España y el resto del mundo, formando a misioneros y evangelizadores a través de la Palabra de Dios y de la oración y hasta la fecha de su muerte quiso seguir anunciando a Cristo Resucitado al mundo de hoy.
En el comunicado de la Fraternidad recuerdan que “Dios le confió un carisma y una misión, que nos ha transmitido y nos hacen hoy ser Familia. Tenemos ahora la estafeta para continuar esta carrera. El mejor agradecimiento que podemos tener por lo que hemos recibido de Jaime es esforzarnos por ser fieles a esta vocación: orar, tratar de hacer vida la Palabra que oramos: “En comunión con Jesús entregado por todos, transmitiremos solo su Amor-Vida, sin adulteración ni rebajas” (Const. 26); y anunciar esa Palabra “a tiempo y a destiempo”, obedeciendo el mandato supremo de Jesús: ir por todo el mundo y hacer que todos sean sus discípulos.