A pesar de su aspecto frágil Linda Gibbons es todo un hueso duro de roer para los partidarios del aborto. Desde 1994 es considerada por las autoridades de Ontario, Canadá, donde reside, como una «delincuente habitual». En los últimos 15 años, ha sumado, condena tras condena, más de siete tras los barrotes de una prisión. La última de sus «estancias» en la cárcel comenzó el pasado 20 de enero, cuando intentaba hablar con una mujer embarazada en situación de riesgo que acudía a un establecimiento abortista para acabar con la vida de su hijo. Ya lleva más de 10 meses, y lo que le queda. Con toda probabilidad Linda viva su segunda Navidad en prisión.
En varias ocasiones se ha referido a los momentos que ha pasado como presa en Canadá, donde se calcula que un 28% de las jóvenes sufrirá un aborto en su vida. Para Linda, «un cristiano en la cárcel nunca es tiempo perdido», porque, asegura, continúa su apostolado. Y tanto. En una de sus estancias, logró que tres reclusas decidieran apostar por la vida de sus hijos en gestación en vez de matarlos.
A pesar de estos éxitos en su lucha pro vida, incluso en prisión, Linda es muy consciente de que la vida en la cárcel no es una perita en dulce. «Realmente pone tu cristianismo a prueba», asegura, ya que, en un día cualquiera, al menos un par de mujeres se sientan frente a ella desconsoladas contándole lo que les pasa por dentro. En ocasiones, los guardas o sus compañeras de módulo le preguntan si le compensa acabar entre rejas por seguir en la causa pro vida. Y ella siempre responde: «Si estuviera toda una vida en la cárcel y sólo un niño fuera salvado, habría merecido la pena». Porque, reconoce, «como cristianos no podemos medir lo que vale una vida. Es inmedible. Creemos en la unicidad y sacralidad de cada vida. Nada puede devaluar su valor».
El próximo día 10 de diciembre, está prevista una vista de apelación en la que se tratará de excarcelar a Linda o, al menos, rebajar el rigor de su condena.
El próximo día 10 de diciembre, está prevista una vista de apelación en la que se tratará de excarcelar a Linda o, al menos, rebajar el rigor de su condena.
Quienes conocen y apoyan el trabajo de Linda Gibbons, en previsión de que esta Navidad sea la segunda que pase en prisión, han lanzado una campaña para enviarle felicitaciones. Pero no es algo tan sencillo como enviar la carta al centro de reclusión de mujeres localizado en Ontario (Canadá). Debido a los estrictos controles del servicio postal de la penitenciaría.
Está prohibido poner pegatinas en el sobre y en las cartas. Es recomendable no preguntarle por detalles sobre su vida en prisión; también dejar la propia dirección en la tarjeta de Navidad o en la misiva, porque suelen quedarse con los sobres y, según aseguran, «Linda se siente mal si no puede responder». Del mismo modo, se le puede enviar material provida, pero sólo aquél que muestra el desarrollo embrionario del bebé y no de niños descuartizados tras un aborto.
El pasado 10 de octubre el reconocido médico abortista Henry Morgentaler, recibió la Orden de Canadá (la mayor condecoración del país norteamericano), pese a las multitudinarias protestas, con el argumento de «haber aumentado las opciones de salud de las mujeres canadienses». Así al menos han entendido los más de 100.000 abortos que él reconoce haber practicado y haber sido el impulsor del movimiento que permitió en 1988 que el Tribunal Supremo de Canadá, en una sentencia que lleva su nombre, quitara cualquier obstáculo a la práctica abortista.
Más de 105 parlamentarios se manifestaron en contra del premio y sólo 35 respaldaron a quien es, sin duda, el «rey del aborto» en Canadá.
Más de 105 parlamentarios se manifestaron en contra del premio y sólo 35 respaldaron a quien es, sin duda, el «rey del aborto» en Canadá.