Acercó la economía a la moral, hizo un paralelismo con las tentaciones de Cristo y advirtió de que «sin la Divina Providencia es muy difícil pasar los tiempos fuertes». Manuel Pizarro, diputado del PP y abogado del Estado, esbozó en su ponencia de ayer, durante la segunda jornada del XI Congreso Católicos y Vida Pública, la «solución cristiana para salir de la crisis».

Su primer diagnóstico fue identificar el resultado del problema: «Toda decisión económica tiene consecuencias morales». Y el segundo: «La actual crisis es más de valores que económica».
Consideró innecesario crear códigos de buen gobierno ya que existe «un Decálogo desde los tiempos de Moisés», en el que se incluye el «no robarás», «no codiciarás los bienes ajenos» y «no darás falsos testimonios».

En su opinión, es necesaria «una vuelta a los referentes morales más elementales» como «premiar al que lo hace bien y castigar al que lo hace mal». En este sentido, subrayó que «no se puede subvencionar con dinero público al que lo hace mal para que siga haciéndolo mal», en referencia al dinero público inyectado en la banca.

Pizarro, que recomendó la encíclica «Cartitas in Veritate» como un texto a practicar, recordó dos de las tres tentaciones de Cristo: «Sin aplicar ni un duro no pretendas sacar pan», en alusión al «haz que las piedras se conviertan en pan»; «tírate sin principios ni valores. No se puede no tener principios ni valores, porque luego pasa lo que pasa», en referencia a «tírate desde lo alto del templo que los ángeles te recogerán». Finalmente, el diputado del PP mostró su confianza en que ésta sea la oportunidad para que se asienten nuevos modos de comportamiento.

En el coloquio posterior, Fernando Fernández, de la asociación AEDOS, un veterano del Congreso y promotor de diez años de encuentros de obispos con empresarios, preguntó a Pizarro por «esos espacios de gratuidad que pide el Papa al mercado en su encíclica ‘‘Caritas in Veritate’’». Pizarro respondió citando a Jesucristo en el Evangelio de Lucas: «Que los publicanos no estafen y que los soldados no extorsionen; es decir, cada uno, lo suyo. La gratuidad está en que el ahorrador reciba más, que el crédito sea más barato y que la electricidad o el gas sean baratos y lleguen hasta el rincón más lejano del planeta, aunque no salga rentable».