Cuando se habla de los crímenes del comunismo, muchos pasan rápido a hablar de Stalin, el sucesor de Lenin desde 1924. Pero lo cierto es que Lenin tenía muy claro el carácter anticristiano de su Revolución y la necesidad de matar clérigos a miles para instaurar el nuevo sistema desde el terror. Y así lo hizo.
En los 7 años que Lenin gobernó, desde la Revolución Rusa en 1917 hasta su muerte en 1924, unos 25.000 eclesiásticos ortodoxos fueron encarcelados y 16.000 ejecutados, según un estudio de 2004 del doctor en Ciencias Matemáticas Nikolay Yemelianov, de la Universidad Humanitaria San Tijon. Lo mismo sucedió con los clérigos católicos, que eran mucho menos numerosos y cuyo caso está mucho menos estudiado.
Recuerda Martin Amis en su libro Koba el terrible que Lenin escribía a Maxim Gorki, el literato de la nueva Rusia sin Dios, así: "Toda idea religiosa, toda idea de Dios, es una abyección indescriptible de la especie más peligrosa, una epidemia de la especie más abominable. Hay millones de pecados, hechos asquerosos, actos de violencia y contagios físicos que son menos peligrosos que la sutil y espiritual idea de Dios".
Icono moderno recordando 1917: los bolcheviques, con estrella roja en el gorro, persiguen a la Iglesia, simbolizada en un monje y un obispo. Bajo el Gobierno de Lenin 16.000 clérigos ortodoxos fueron asesinados en siete años.
Junto con el exterminio físico de los cristianos se implantó la burla insultante y otras medidas para desprestigiar la vieja fe y entronizar una nueva que la sustituyera: el comunismo y el "ateismo científico" (asignatura obligatoria en las carreras universitarias de letras hasta 1991). Ya desde los años 20, la juventud comunista (el Komsomol) organizaba procesiones blasfemas en fechas bien precisas: en Navidades y en Pascua, junto a las iglesias.
A partir de enero de 1924, cuando murió Lenin, se produjo un breve cambio de ciclo. Durante cuatro años casi no hubo ejecuciones de religiosos... "sólo" 7.000 detenidos más.
Una circular del Partido del 5 de septiembre de 1924 ordenó: "La propaganda antirreligiosa ha de llevarse en forma de explicaciones divulgativas desde el punto de vista de las ciencias naturales y políticas que minen la fe en dios y desenmascaren, con los hechos concretos, la estafa y avaricia de los milagreros, sanadores, etc. Es preciso evitar la agitación antirreligiosa masiva (disputas, escenificaciones, etc.) que insulten y hieran los sentimientos de la parte creyente de la población”.
En 1929 llegó una nueva etapa de persecución sistemática. Se eliminó la semana de 7 días, por judeocristiana, y se sustituyó por la semana "nepreryvka", de seis días, con festivos cambiables, un invento que duró once años. De 1929 a 1931, fueron arrestadas 60.000 personas ligadas a la Iglesia Ortodoxa y 5.000 fueron ejecutadas, según el estudio de Nicolay Yemelianov (que no analiza la persecución contra otras religiones).
De 1932 a 1936 la persecución religiosa fue menos violenta, pero más ambiciosa. Mientras se arrestaban unas 20.000 personas, la Unión de los Sin Dios elaboraba su "plan quinquenal" contra la religión, recuperado recientemente por el historiador S.N. Savéliev y difundido por su colega Serguey Firsov. El plan consistía en cerrar todas las iglesias y centros de oración entre 1932 y 1933. En 1934, debían desaparecer las nociones religiosas inculcadas por la literatura y la familia. En 1936 ya no debía quedar ningún sacerdote. Y en 1937 debían eliminarse los últimos reductos de la religión.
En 1936, la URSS había visto pasar por sus cárceles 112.000 presos ligados a la Iglesia ortodoxa, y 21.000 habían sido ejecutados.
Ese año, en España se iniciaba una persecución religiosa al grito de "viva Rusia", que entre agosto y septiembre implicó el asesinato de 3.400 religiosos en España: 57 al día.
Pero en la enorme Rusia no era tan fácil eliminar la fe. El censo ruso de 1937, después de 20 años de comunismo, blasfemias y represión, espantó a los ateos. Explica Firsov que de 30 millones de ciudadanos de la URSS analfabetos mayores de 16 años, el 84 % (más de 25 millones) se declararaban creyentes; y de los 68,5 millones de alfabetizados, el 45 % (más de 30 millones) aún creían en Dios.
Ese censo impulsó a las autoridades a forzar aún más la violencia: en 1937 y en 1938 la persecución religiosa contra los ortodoxos superó todo lo visto antes: 100.000 ejecuciones y 200.000 deportados o represaliados.
Entre 1939 y 1942 ya no quedaban casi ortodoxos declarados para ejecutar: se mató "sólo" a unos 4.000 más.
Después llegó la II Guerra Mundial, Alemania invadió la URSS y Stalin paró la persecución directa contra lo poco que quedaba de la Iglesia Ortodoxa para mantener el país focalizado en la resistencia al invasor.
Así se celebraba en Moscú el 50 aniversario de la Revolución Rusa en 1967
Acabada la guerra, se consideró que con una represión estándar, cultural, con multas, despidos, etc... bastaría. Con las clases de Ateísmo Científico en la universidad y un nivel de acoso medio-bajo, las religiones debían desaparecer en pocas décadas. Pero no fue así. "La fe morirá cuando mueran las abuelas", se decía en el Partido. Pero, como se comprobó décadas después y se dice un chiste: "Camarada, ¡hemos constatado que las abuelas rusas nunca mueren!".
Según las últimas estadísticas, de mayo de 2016, al cumplirse 25 años de la caída de la URSS, y un siglo tras la Revolución, hoy sólo un 14% de la población de la Federación Rusa declara no creer en Dios. Más aún, las personas que especifican que viven una relación cercana con Dios (más en concreto, los que dicen que "esperan en Dios cada día"), son un 30% de los habitantes de la Federación Rusa. En 1991 eran sólo un 9%.