McDonnell y Christie no han tenido miedo de ser ellos mismos, por poco populares que pudieran resultar: católicos, provida, a favor de la familia, partidarios de la cultura del esfuerzo y el sacrificio...  
 
En la primera entrevista que hicieron a la candidata demócrata a vicegobernadora de Nueva Jersey, la senadora Loretta Weinberg, se refirió al candidato republicano Chris Christie con una sencilla reflexión: «No vamos a elegir a un gobernador provida en este Estado».
 
Mientras tanto, el jefe de Weinberg, el todavía gobernador demócrata y candidato a la reelección, Jon Corzine, subió al estrado de un acto de campaña y dijo, con tono apesadumbrado, incluso con cierta conmiseración: «Francamente, Chris Christie está demasiado a la derecha, es como Bush, es demasiado conservador; debería explicar a los habitantes de Nueva Jersey por qué se opone al aborto y al matrimonio gay y por qué rechaza recibir fondos federales para estimular la economía».
 
Christie, el republicano-católico-y-gordo-sin-posibilidades-de-ganar (Nueva Jersey es un estado demócrata desde 2002 y Obama se implicó en la candidatura de Corzine), no se arredró: «Todo el mundo sabe cómo pienso. La primera vez que escuché el corazón de mi hija no nacida supuso un fuerte impacto en mis creencias. Ahora me gustaría hablar de exenciones de impuestos para las empresas familiares…».
 
A 427 kilómetros de distancia, en Virginia, en un Estado demócrata de toda la vida —sólo ocho de los últimos 43 gobernadores han sido candidatos del GOP, el Partido Republicano—, una fuente anónima había filtrado a la prensa un documento de trabajo sacado de la oficina del candidato republicano, Bob McDonnell, en el que se relataba la posición de este ex fiscal en los asuntos claves. Empezaba este memorando así: «Bob McDonnell es provida y cree que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer».
 
Meses después, en el primer debate televisado entre McDonnell y el candidato demócrata, Creigh Deeds, se les formuló esta misma pregunta: «¿Cómo aconsejarían a una de sus hijas sobre un embarazo no deseado?». Ambos dieron respuestas sencillas. Deeds dijo: «Soy pro elección. Esas decisiones difíciles son profundamente personales. El Gobierno no debería inmiscuirse». McDonnell, sin torcer el gesto, dijo: «Soy provida, me educaron en una familia católica de clase media en el Condado de Fairfax en la que mis padres me enseñaron a respetar la vida y la importancia de la familia. Mi mujer y yo hemos educado a nuestros hijos de la misma manera, así que le diríamos a nuestra hija que la amamos a ella y a su hijo y que la ayudaremos a criarlo». Dos días después, volvieron a preguntar a McDonnell sobre el aborto y respondió: «Todo el mundo sabe ya cómo pienso».
 
Aunque alguien quisiera pensar lo contrario, las cuestiones clave de la campaña no fueron el aborto, ni el matrimonio homosexual, ni el control de armas, ni siquiera el delicado y espinoso asunto de la educación.
 
En un mundo en crisis, en una Virginia agraria y en una Nueva Jersey industrial, la economía fue el motor de los mítines y presentaciones de partido. Sin embargo, no hay un solo analista que no haya ponderado que los republicanos presentaron a unos candidatos que «cuando los veías hablar de economía —como cuenta la politóloga Beth Samuelson— sabías que detrás de sus discursos había unas convicciones. Con principios sólidos, con las ideas claras, que muchas veces no tenían ni por qué exponer sus principios cuando se hablaba de recorte de impuestos o de aranceles agrarios… pero que estaban ahí. Los veías, se podían palpar. Los demócratas “sólo” tenían un programa y al presidente Obama, que se arremangó la camisa para ayudar a sus candidatos en el final de campaña».
 
En el bando perdedor, Paul Goldman, estratega demócrata, asesor de campaña del todavía gobernador demócrata de Virginia Tim Kaine, analizó la victoria de McDonnell y dijo: «Seamos claros: Bob McDonnell y su familia han llevado a cabo la campaña más fotogénica en la historia de este Estado. Sus principios estaban inteligentemente claros, a la vista; todo el equipo republicano tenía una total confianza en que este tipo podría vender la luna a cualquiera».
 
Tim Streeting, un asesor republicano de Michigan, comparte la visión de Goldman, pero añade un matiz interesante: «Los demócratas trataron de centrar la campaña en si somos provida, si estamos en contra del matrimonio homosexual, nos quisieron acorralar en cuestiones morales; así que los asesores de McDonnell y de Christie decidieron no morder el anzuelo. Lo que hicieron fue convencer a la gente en 30 segundos de que tenían unos sólidos principios morales y luego lanzarse a proponer ideas para mejorar la economía. Pero cuando se dice esa frase de “Todo el mundo sabe cómo pienso” tiene que ser verdad. Creo que no hay un virginiano que no sepa que el gobernador McDonnell está en contra del aborto y estoy seguro de que no hay un solo vecino de Nueva Jersey que no sepa que el gobernador Christie está en contra del matrimonio gay; y a esas cuestiones ambos candidatos les dedicaron no más de un 1% de todo el tiempo de campaña. Pero en ese 1% no se puede dudar; si dudas, mientes y eres carne de cañón».
 
De nuevo a 427 kilómetros de distancia, esta vez en Nueva Jersey, un desesperado consultor demócrata gimoteaba en una mesa redonda en un programa televisado: «El gobernador electo (Chris Christie) nos ha enseñado cómo un republicano puede ganar incluso sin tener un líder nacional y cuando las bases del GOP están fracturadas. La derecha ha presentado candidatos sólidos, familiares, sin aristas, sin cartas en la manga, transparentes. Sabíamos que eran provida, pero también sabíamos que querían reducir los subsidios a los temporeros y no pudimos hacer nada para frenar ninguna de las cuestiones. Tenemos que sacar la conclusión de que el poder de Obama es limitado».
 
Y ya que hablamos de Obama… ¿Qué es lo mejor que hicieron los candidatos republicanos, los dos católicos, cuando iniciaron sus campañas? John Corver, analista del GOP, asegura «saber que no eran Obama, que no querían ser Obama, que no tenían que hacer la campaña que hizo Obama». Corver recalca que los demócratas, «por el contrario, estaban obsesionados por hacer la campaña que hubiera hecho Obama».
 
La idea de no ser como Obama se ejemplifica a la perfección en el rifirrafe que tuvo Christie con el excéntrico locutor Don Imus, un humorista temido por sus críticas feroces que durante la campaña llamó a Christie «gran gordo» (big fat, en inglés, que tiene un componente peyorativo que aquí es intraducible salvo que lo llamemos «culo gordo»).
 
Al final de la campaña, Christie accedió a ser entrevistado por Imus, quien le saludó con un adecuado «Buenos días, señor Christie», a lo que este respondió: «Buenos días, Don, y no quisiera que dudaras ni por un instante de que soy un culo gordo ganador». Hubo risas en el estudio, pero Don Imus, con más tablas que el María Guerrero, no se arredró: «¿Cuánto mide, señor Christie? —Uno ochenta. —¿Y cuánto pesa? —Doscientos kilos». Entonces Don le dijo:«“Aunque la mayor parte de la población de Estados Unidos sea obesa, ¿no cree que debería ser un ejemplo para ellos?». Y Christie respondió: «Pero Don, ya soy un ejemplo. Todo el mundo sabe cómo soy. Tenemos una economía repartida. ¿Acaso no tienen derecho a trabajar los vendedores de donuts?».
Ese mismo día se filtró la noticia de que el Servicio Secreto había bloqueado una calle de Washington en hora punta para que la primera dama Michelle Obama pudiera ir a una tienda de alimentos «orgánicos» a comprar los ingredientes para una deliciosa y equilibrada comida yanqui: peras asiáticas, tomates cherry, patatas multicolor, huevos de granja y col toscana.
 
«Nadie dice que comer donuts sea mejor que comer col toscana —asegura Samuelson— pero lo que es seguro es que si te muestras como eres, conectas mejor con la mayoría del pueblo americano. Michelle Obama no tiene ese cuerpo por comer col Toscana. En las cuestiones clave de principios morales puede ser que no todos tus votantes compartan las mismas creencias que tú, pero lo que ha demostrado la victoria republicana es que es importante ser claro».
 
Hay quien habla ya de una candidatura conjunta McDonnell-Christie, dos republicanos católicos que enseñen a McCain cómo se reconquista la Casa Blanca, pero eso, a día de hoy, es política-ficción por más que McDonnell sí que será un clarísimo candidato republicano en las primarias.
 
Lo que es seguro es que estos dos republicanos —más conservador Bob McDonnell, menos conservador Chris Christie—, ambos provida, ambos ex fiscales, ambos padres de familia numerosa, ambos en contra del matrimonio homosexual y ambos a favor de una economía del esfuerzo, han dado con la tecla magistral para ganar a los demócratas en tiempos de la obamanía.