El ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco antes de entrar en una serie de descalificaciones a la jerarquía eclesial, se autopresenta como católico, y asegura que «como tal, estoy dispuesto a creer que el aborot en un pecado.Pero antes soy ciudadano y demócreata, Y como tal, no estoy dispuesto a creer ni a admitir que el aborto tenga que ser un delito». Y aclara: «Como creyente, se me puede exigir que mi vida personal responda a los criterios morales derivados de mi fe. Pero como representante de los ciudadanos no se me puede exigir que pretenda imponer esos criterios por ley a toda la sociedad».
Blanco ha cargado contra los obispos españoles y la jerarquía eclesial en general, acusándola de haber «formulado de hecho una nueva doctrina: la regulación legal del aborto es un crimen execrable siempre y cuando la impulse un gobierno socialista en España. Y es algo ante lo que piede hacerse la vista gorda cuando es la derecha quien la ampara, dentro o fuera de España».
Blanco, que sale al paso así de las declaraciones de monseñor Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal Española, respecto al apoyo de los políticos a la ley del aborto, asegura que «como católico lo que más me irrita no es la deriva autoritaria de quienes pretenden que sus creencias sean ley. Lo que más me irrita es la hipocresía episcopal» ya que, asegura, «nadie llamó asesino a José María Aznar, que gobernó ocho años con una ley (aprbada en 1985 por el PSOE) que bajo el coladero del "daño psicológico" para la madre permite abortosd casiprácticamente sin límite y sin control».
Del mismo modo, Blanco asegura que «no hay ninguna amenaza eclesiástica que pueda inducirme, como miembro del Parlamento, a promover una legislación que convierta en delincuentes a las mujeres que quieren decidir sobre su maternidad» porque «la mujer que decida libremente interrumpir su embarazo puede ser que vaya al infierno; pero de ninguna manera tiene que ir a la cárcel».