En artículo publicado en su página personal de Internet, el diputado socialista Rafael Simancas recuerda las palabras del portavoz de Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, avisando de que quien apoye la Ley de Aborto comete pecado público que le sitúa fuera del Sacramento de la Comunión. «Conmigo pueden ir adelantando trabajo. Ya les anuncio: votaré sí. Que me excomulguen», señala.
A su juicio, «las reacciones a la amenaza eclesial han variado en el Congreso desde la vergüenza ajena hasta la justa indignación y la rechufla carcajeante». «Personalmente he pasado del sudor frío al alivio -agrega-. Mantengo la terrible convicción de que si viviéramos algunos siglos atrás, este señor y sus jefes estarían preparándonos el auto de fe y la hoguera en la Plaza Mayor. Me río lo justo».
Simancas se muestra convencido de que «ningún diputado cambiará el sentido de su voto a causa de esta presión burda» que, todo lo más, «logrará sonrojar a las personas que honestamente profesan una creencia religiosa». «Pero no podemos quedarnos ahí. Se trata de una amenaza intolerable hacia los legítimos representantes de la ciudadanía y sus autores merecen una denuncia contundente», enfatiza.
En su opinión, la cúpula de los obispos se comportan «como si España fuera un Estado confesional, como si no hubiera muerto el dictador que paseaban bajo palio y como si fueran los ayatolás de occidente». «Lo que más me duele es pensar que a estos nuevos inquisidores los mantenemos con nuestros impuestos», apostilla.
«Actúan conforme a una moral cínica --proclama-- porque condenan al diputado que defiende el derecho de la mujer a decidir sobre su maternidad, mientras cierran los ojos ante los gobernantes que nos llevaron a la guerra de Irak, ante los regímenes que mantienen la pena de muerte, ante las naciones que reducen la ayuda al desarrollo con mil millones de hambrientos en el mundo, incluso ante sus propios colegas que abusan de los niños en los cuartos oscuros de las sacristías».