Un día antes de coger el avión a Nueva York ese dolor de estómago que le llevaba dando la lata un tiempo se hizo más fuerte. No pudo marcharse. Ya en el hospital de Florida le fue diagnosticada una dolencia gastrointestinal que, tras una nueva serie de pruebas, se convirtió en una extraña forma de cáncer de ovarios.
 
«Cuando oí la palabra maligno mi primer pensamiento fue: Dios mío, voy a morir. Después de mi diagnóstico vinieron tres años de operaciones y quimioterapia, y más tarde el inimaginable dolor de comprobar, un año después de haberme dicho que estaba curada, que el cáncer había vuelto». Sharon Blynn experimentó el miedo y la ansiedad que suponen enfrentarse a una enfermedad que puede ser letal. Sintió que todo su mundo se desplomaba, «como si de repente viviera la vida de otra persona».
 
Pero en el dolor encontró una fuerza que nunca había imaginado. «Dicen que el dolor es el mayor motivador, y en mi caso no pudo ser más cierto. Estos años pasados han sido los más positivos y de conocimiento personal que he tenido nunca. Evidentemente, si me hubieran dado a elegir, habría preferido que me dejaran en medio de la nada sin agua ni alimento para conocerme a mí misma antes que afrontar un cáncer, pero no siempre podemos elegir, ¿no?», explica Sharon con una asombrosa mezcla de humor y cotidianidad.
 
Con aquel terrible diagnóstico Sharon comenzó lo que denomina «su viaje». Un viaje por los pasillos del hospital y también por el laberinto de la condición humana: «El cáncer es feo, pero una parte de mi vida en aquellos momentos era bella. Amigos que duermen en una silla a los pies de tu cama, médicos que te cuentan un chiste en la sala de quimioterapia, pacientes que se niegan a rendirse… todos ellos son realmente preciosos. ¡Ah, y ser calva también es bello».
 
De aquel viaje por la enfermedad no sólo se llevó una victoria (hoy está curada), sino también «pasión y alegría de vivir; una que nunca antes había tenido». Pero Sharon también conoció un mundo de sufrimiento y vergüenza que estaba más allá del cáncer.
 
«Me encontré con muchas mujeres hundidas por la caída del pelo y otros cambios físicos que provoca la lucha contra el cáncer. Y, sencillamente, no podemos permitirnos ninguna energía negativa, ni siquiera la falta de autoestima o inseguridad por la caída del cabello cuando luchamos por nuestras vidas». Por eso, Sharon Blynn, una mujer joven y guapa, decidió hacer de la calvicie un signo más de belleza.
 
Una belleza distinta, pero igual de femenina. «Ninguna mujer debería disimular su calvicie, sino reinventar su belleza. Ha llegado la hora de decir que nuestra feminidad no está determinada por la suma de varias partes. Con o sin pelo, con o sin órganos reproductivos, somos bellas».
 
Y en eso está Sharon, en enseñar una belleza que nazca desde el interior, fruto del bienestar personal. A través de su organización Bald is Beautiful [La calvicie es bella], de conferencias a lo largo y ancho del mundo y de su trabajo como modelo, Blynn cautiva allá por donde pasa.
 
Lo hará los próximos 10 y 12 de noviembre en Sevilla y Madrid, respectivamente, durante su participación en los congresos para jóvenes ‘Lo que de verdad importa’.
 
Y es que para Sharon, lo que de verdad importa es, como ella, dice, «sonreír siempre desde el interior» para estar guapa -tanto como ella- en el exterior.