Poco después de presentar la preceptiva dimisión en 2004, monseñor Gea Escolano hizo las maletas y partió hacia el país andino. «Tras mi jubilación, pensé que si era sacerdote y obispo era para entregarme por entero a Dios y a los hombres, así que decidí marchar a Perú, donde me siento feliz y enviado por el Señor», confiesa.

Su labor es la de un párroco cualquiera de una zona rural: celebra la misa, asistir a los enfermos, ayudar a los pobres e impartir el sacramento de la penitencia. «Cada domingo confieso entre cinco y seis horas, aunque algunas jornadas he llegado a estar diez horas», afirma. «Recuerdo a un hombre que hacía más de 30 años que no se confesaba», explica. «Le dije que Dios le amaba tal cual era, y entonces rompió a llorar», rememora conmovido el obispo-misionero. «Para mí mismo es una ayuda enorme ser testigo de los cambios que experimenta la persona cuando se abre al amor y al perdón de Dios», reconoce.

Monseñor Gea también encuentra tiempo para administrar el sacramento de la confirmación «cuando me lo solicita el obispo de Carabayllo», e imparte además cursillos y catequesis a sacerdotes y religiosos.


El emérito de Mondoñedo-Ferrol no tiene planes de futuro. «Me quedaré aquí hasta que Dios quiera», asegura. Su motivación es clara: «Aquí hay una gran escasez de sacerdotes y por eso es urgente una mayor presencia de presbíteros y misioneros».

Monseñor José Gea, que nació en la localidad valenciana de Real de Gandía hace 80 años, constata con pesar que las familias de su parroquia, «en general, están muy desestructuradas, con matrimonios que se rompen constantemente», lo que genera «hijos que crecen sin una presencia estable y continua de sus padres».

En la diócesis de Carabayllo, monseñor Gea colabora en la parroquia de Santa María de la Providencia, dirigida desde hace dieciséis años por dos misioneros valencianos. Y con ellos se produce una curiosa coincidencia: el sacerdote César Buendía fue monaguillo del prelado cuando éste era párroco de la localidad valenciana de Moncada, y Vicente Folgado colaboró con él en su etapa como titular de la diócesis de Ibiza.

Monseñor José Gea fue obispo auxiliar de Valencia entre 1971 y 1976 y después pastoreó durante 18 años el obispado de Mondoñedo-Ferrol.