«La Jornada Misionera Mundial constituye para todas las comunidades eclesiales y para cada cristiano una fuerte llamada al compromiso de anunciar y testimoniar el Evangelio a todos, en particular a los que todavía no lo conocen», dijo. Citando la encíclica de Juan Pablo II «Redemptoris missio», Benedicto XVI afirmó que «la Iglesia existe para anunciar este mensaje de esperanza a toda la humanidad, que en nuestro tiempo “ha logrado grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la misma existencia”».
Indicó que la Iglesia, «guiada por el Espíritu Santo, se sabe llamada a proseguir la obra del mismo Jesús anunciando el Evangelio del Reino de Dios». «Este Reino está ya presente en el mundo como fuerza de amor, de libertad, de solidaridad, de respeto a la dignidad de cada hombre, y la Comunidad eclesial siente fuerte en el corazón la urgencia de trabajar a fin de que la soberanía de Cristo se realice plenamente», añadió.
 
El Mensaje del Papa para la jornada de este año está inspirado en una expresión del Libro del Apocalipsis, que a su vez se hace eco de una profecía de Isaías: «Las naciones caminarán en su luz». En referencia a este lema, el Santo Padre destacó que la luz del Evangelio «orienta el camino de los pueblos y les guía hacia la formación de una gran familia, en la justicia y la paz, bajo la paternidad del único Dios bueno y misericordioso».
 
Benedicto XVI pidió «que toda la comunidad humana sea iluminada por la luz de Cristo» y «que su Evangelio ayude a las personas de todos los continentes a convertirse en una gran familia, para que todos los pueblos descubran en Dios un Padre que les ama», informa Zenit.
 
También invocó la intercesión de San Lucas evangelista, San Francisco Saverio, Santa Teresa del Niño Jesús y de la Virgen María «para que la Iglesia pueda continuar difundiendo la luz de Cristo entre todos los pueblos». En la Jornada Mundial de las Misiones, Benedicto XVI invitó también «a todos los cristianos a un gesto material y espiritual de compartir para ayudar a las jóvenes Iglesias de los países más pobres».
 
Agradeció su servicio a los que colaboran con las Misiones, particularmente a las Obras Misionales Pontificias. Y recordó «a los misioneros y misioneras -sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos voluntarios- que consagran su existencia a llevar el Evangelio al mundo, afrontando también obstáculos y dificultades y a veces hasta verdaderas persecuciones».
 
Concretamente, se refirió al sacerdote fidei donum Ruggero Ruvoletto, recientemente asesinado en Brasil, y al religioso Michael Sinnot, secuestrado hace pocos días en Filipinas, así como a «lo que está emergiendo en el Sínodo de los Obispos por África en términos de extremo sacrificio y de amor a Cristo y a su Iglesia».
 
Tras el rezo del Ángelus, en su saludo en lengua francesa afirmó que «Cristo en el Evangelio nos recuerda que el Hijo del hombre ha venido para servir».
Y destacó «nuestra fidelidad a Cristo no nos debe llevar a buscar los honores, la notoriedad, la fama, sino que nos invita a comprender y a hacer comprender que la verdadera grandeza se encuentra en el servicio y el amor al prójimo».