(Jesús Colina/Alfa y Omega) Este mes de mayo le ha dado la oportunidad a Benedicto XVI para superar muchos prejuicios que católicos y, sobre todo, cristianos de otras confesiones tienen sobre la Madre de Dios, a quien el Papa muestra como madre capaz de unir a todos sus hijos. Sus gestos de cariño a María han sido muchos estos días, algunos inéditos. Comenzaron en el primer sábado de mayo, cuando al dirigir el Rosario en la basílica de Santa María la Mayor, en Roma, no escondió su deseo de relanzar esta oración. «El Santo Rosario no es una práctica piadosa del pasado», dijo, sino que «está experimentando una nueva primavera. No cabe duda de que éste es uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre». Para el Papa, la devoción a María no es algo meramente sentimental, sino el regalo de Cristo en la cruz, como ha explicado el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi: «Con María, el corazón se orienta hacia el misterio de Jesús. Se pone a Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestras ciudades». María y el ecumenismo Sorprendiendo a algunos cristianos, el Papa ha pedido que se invoque la intercesión de María por «la unidad de los cristianos». Ésta es quizá una de las grandes novedades de los últimos tiempos: «De ser motivo de división, María se está convirtiendo en motivo de unión entre los cristianos divididos» (una madre siempre quiere la unión de sus hijos, entiende el Papa). Con los cristianos ortodoxos, María siempre ha sido un intenso vínculo de unión y cariño; con los hijos de la Reforma, esta relación ha sido más difícil, a pesar de que Lutero escribió páginas estupendas sobre la Virgen. Últimamente, algunos estudios protestantes están ayudando a superar este malentendido histórico y vuelven a redescubrir el papel destacado que tiene María en el Evangelio. El cambio de marcha se registró ya en 1997, cuando el Grupo de Dombes, uno de los grupos de teólogos interconfesionales más avanzados en el diálogo ecuménico, emitió un documento titulado María en el designio de Dios y en la comunión de los santos. Este documento reconoce que María ha sido motivo de conflicto entre católicos y protestantes, un conflicto en el que, según el documento, la misma María ha sido víctima. Por eso el grupo es consciente de que ha llegado el momento de decir basta al nombrar en vano el nombre de María y de humillarla por causa del pecado de los hombres. Se anhela el hecho de revertir esta situación, de modo que María no sea más una piedra de escándalo, sino un vínculo de unión. En 2005, la Iglesia católica y la Iglesia anglicana aprobaron un documento conjunto, la Declaración de Seattle, que reafirma la doctrina tradicional sobre la Virgen y concluye pidiendo que María no sea considerada como un obstáculo a la unidad entre las dos Iglesias, sino vínculo de comunión. Pero, al repasar los gestos marianos del Papa en este mes, no es posible olvidar la Jornada Mundial de Oración por la Iglesia en China, que tuvo lugar el pasado sábado 24 de mayo, memoria de María Auxiliadora de los cristianos, venerada bajo esta advocación en el santuario de Sheshan, cerca de Shanghai, el más famoso de China. El padre Lombardi ha explicado el por qué de que el Papa haya escogido una fiesta mariana para recordar al mundo el drama de los católicos de ese país: «En la oración mariana, el horizonte se hace universal: Cristo moribundo nos ha confiado a todos al cuidado de la Madre». Pero el evento mariano más original e inédito tendrá lugar el próximo sábado por la noche. El Papa clausurará el mes mariano en la plaza de San Pedro con un acto que recordará la imponente procesión de las antorchas de Lourdes. Significativamente, el Papa ha querido que el clero presente en Roma participe en la procesión.