En 1932 se fundaba en Barcelona una casa para cien niños pobres en Barcelona, en el Pasaje de Tasso, nº 10. Su impulsor había muerto dos años antes sin llegar a ver esta obra: era el jesuita catalán Jacint Alegre Pujals (Terrassa, 1874 - Barcelona, 1930). Era él quien había reunido las personas, vocaciones y valor para esta iniciativa, inspirado en la experiencia de San José Cottolengo, fundador en Italia en 1828 de la "Pequeña Casa de la Divina Providencia".

Como el santo italiano, el padre Alegre quería acoger pobres y enfermos incurables que no querían en ningún hospital. Su experiencia como visitador de hospitales y acompañando enfermos a Lourdes le había marcado espiritualmente.

Así nació en España la institución que hoy conocemos como el Cottolengo del Padre Alegre (www.cottolengopalegre.org), que actualmente mantiene 6 casas en España (en Barcelona, Valencia, Madrid, Santiago de Compostela, Las Hurdes -Extremadura-, Alicante, en Buenaventura -Colombia-, Lisboa -Portugal- y Popayan -Colombia-).

Las condiciones para ser acogido en estos centros es que la enfermedad que tenga sea incurable y que el enfermo sea tan pobre que por sus posibilidades económicas no pueda ser atendido en otros centros.

En estos hogares se vive una espiritualidad de la acogida al diferente, al débil, que enseña a valorar lo que se tiene, el poder del ser por encima de la idolatría del poseer.

"Vivimos, aunque pueda parecer utópico, de la Divina Providencia. No tenemos subvenciones y no pedimos ni aceptamos nada que sea fruto de petición. Queremos vivir colgados de Dios, al amparo de su Providencia. Él sabe lo que necesitamos. Por eso nuestra casa es casa de oración. Y recibimos todo tipo de ayudas: económicas, ropa, alimentos, libros...", declaran en el Cottolengo del Padre Alegre.

En mayo de 2014 el Papa Francisco reconoció las "virtudes heroicas" del jesuita, y su título de "venerable". En 1939 nació la Congregación religiosa de Hermanas Servidoras de Jesús del Cottolengo del P. Alegre, que viven su vocación de entrega a los pobres y enfermos más necesitados.

Como hace más de 80 años, sus casas siguen dependiendo de la Providencia, de lo que llega, de lo que les sorprende... siempre de la mano de Dios.