La traducción y adaptación de una entrevista concedida a un periódico alemán por el cardenal Darío Castrillón Hoyos sobre el caso del obispo negacionista Richard Williamson, miembro de la Fraternidad de San Pío X, han provocado interpretaciones contradictorias en medios de comunicación de todo el mundo.
Según ha explicado a ZENIT el hasta hace poco presidente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, nunca hizo algunas de las aclaraciones que los órganos informativos han interpretado al leer la entrevista que publicó el periódico alemán Süddeutsche Zeitung, el 25 de septiembre.
 
Con el objetivo de poder leer lo que el cardenal declaró exactamente, ZENIT publica el texto original en español de la entrevista.

- En Alemania, usted ha sido fuertemente criticado...
- ¿En Alemania? ¿Quién me criticó en Alemania? Yo no tengo conocimiento de eso.
 
- Se le señaló como el principal responsable de lo ocurrido a comienzos de este año en torno al obispo Richard Williamson?
 - Lo que se haya dicho no me interesa en absoluto. Para mí es simplemente una señal de la mala información en un país, una prensa y una opinión pública que yo he considerado respetables. Pero al ver las reacciones de que tu me hablas, me doy cuenta de que no saben lo que dicen.
 
- A que se refiere con «mala información»?
- Mala información es no saber de que se trata, cuál es el problema de este proceso, de este asunto; es desconocer los hechos y el Derecho eclesiástico implicado. Mala información es dejarse llevar por un torbellino mediático  o por una sensibilidad local  que los demás entendemos y respetamos.
 
- ¿Cuál es, según su opinión, la información acertada?
- Es muy sencillo.  Monseñor Marcel Lefebvre cometió un acto de rebeldía ordenando en 1988 a cuatro obispos sin el mandato pontificio. Esta es una acción cismática. Por actuar contra la ley eclesiástica, fueron excomulgados el Obispo consagrante, Lefebvre, y los 4 obispos de la Fraternidad ordenados por él. Esa es la causa y ese es el problema que en este proceso se quiere resolver. Luego se deberán resolver otras cosas. Eso es todo. Esto es lo que quisieron solucionar los dos últimos Papas para recomponer la unidad de la Iglesia. Lo demás que se diga viene de un desconocimiento fundamental y muy grave de las intenciones y aciones   de los dos Papas. Pero dentro de la misma Iglesia hay quienes critican el hecho de que se hubiera levantado esa excomunión.

Repito que la única causa de la excomunión era la ordenación sin mandato pontificio. El obispo ordenante ya había muerto y los ordenados pedían, aún clamorosamente, como lo hicieron en Lourdes, que se retirara el Decreto de Excomunión. Al hacerlo después de amplia consulta, el Papa buscaba poner fin a un cisma. Y todos los obispos católicos debemos estar con el Papa, sobre todo en una materia tan fundamental  como es la unidad de la Iglesia.
 
- ¿Cuál fue exactamente su papel en el proceso de reconciliación con los lefebvrianos?
- Después de las ordenaciones ilegítimas, entre 1988 y 2000, no hubo diálogos entre Roma y la Fraternidad. El último dialogo llevado a cabo por el entonces cardenal Ratzinger y monseñor Lefebre, que terminó con un protocolo firmado por Lefebvre, se interrumpió de inmediato y la ruptura fue seguida, precisamente, de las ordenaciones ilegítimas. Desde 1988 hasta el año 2000 se interrumpieron todos los diálogos. Sólo se reanudaron en el año 2000  y se inició un nuevo proceso seguido, muy de cerca, por el cardenal Ratzinger, entonces miembro de la Comisión «Ecclesia Dei». En 2001, en consistorio presidido por el Santo Padre, todos los cardenales presentes aceptaron el proceso para la entrada en comunión de los lefebvrianos. En la presentación al consistorio, con base en una nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se dijo que los hermanos excomulgados no tenían un carácter herético o cismático. Eran sí el producto de una acción cismática. En cuanto a su relación con el Concilio Vaticano II, se expresaron las dificultades sobre el texto de algunos documentos y sobre todo de algunas interpretaciones del Concilio. Las dificultades mayores se referían  al decreto sobre libertad religiosa y al ecumenismo.
 
- ¿Y qué papel tuvo la Curia en este proceso?
- Hay que tener una idea muy clara de lo que es la Curia. No es una serie de instituciones que condicionan al Papa. Es, por el contrario,  un conjunto de instituciones y personas que le sirven al vicario de Cristo y sucesor de Pedro en su solicitud por el bien de todas las iglesias del mundo. La decisión y  guía única es la suya. A él se le informa, y él decide. Así pues, el Papa siempre se mantuvo informado, tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI. Diferentes dicasterios, en reuniones interdicasteriales, contribuyeron positivamente al desarrollo del proyecto.

Luego llegó un momento en que, para avanzar en el proceso, los lefebvrianos pusieron dos condiciones: la primera, que se reconociera el derecho a todos los sacerdotes del mundo a celebrar la Misa en el rito de San Pío V; y la segunda, que se levantara el decreto de excomunión. Eran condiciones para entrar en diálogos posteriores, sobre todo, de carácter doctrinal. Si no se conoce este punto, no se entiende, no se puede entender el proceso.
 
- ¿Comparte usted las posiciones de la Fraternidad San Pío X?
- En relación con el levantamiento de la excomunión, ellos tienen un punto de vista que yo no comparto, pero que desde su punto de vista subjetivo, podría ser aceptable. Ellos creen defender la verdad, la santa tradición y arguyen que no pueden ser excomulgados por defender la verdad. Por eso no aceptaron la excomunión. Una vez, hablando yo con monseñor Fellay, le dije: Si nosotros aceptamos el aspecto subjetivo de sus convicciones, ustedes también deben aceptar que nosotros objetivamente creemos que la excomunión sí es válida porque las ordenaciones fueron realizadas contra un precepto claro de ley y la tradición de la Iglesia y hacerlas sin mandato trae consigo la pena de la excomunión. E innegablemente se rompió en materia grave una ley fundamental de la Iglesia.
 
- ¿Durante esas cavilaciones nunca se planteó la pregunta si sus decisiones podrían tener consecuencias políticas? ¿Dónde están los límites entre los intereses públicos y las disputas eclesiásticas?
- Quitar la excomunión a cuatro obispos, excomulgados por haber sido ordenados sin mandato pontificio, no es una acción política del Santo Padre sino un ejercicio de su autoridad religiosa suprema, en un acto de misericordia, dentro de la Iglesia. Es un problema teológico pastoral. Cosa muy distinta es la intervención de la Iglesia en la esfera política.  Ese es un problema teológico que ha sido estudiado ampliamente por la Iglesia católica. Una cosa es la iluminación que se obtiene a través de la revelación para el manejo de un asunto, y otra cosa es el manejo mismo de los asuntos públicos y la interferencia de diferentes grupos en este manejo. Un obispo que tiene esto claro no debería poner problemas.

- ¿Eso quiere decir entonces que la Iglesia sí dispone de instancias para juzgar las acciones de personajes como Williamson?
- Sí, hay una doctrina clara. Sin embargo, yo en eso no entro, pues mi trabajo no es juzgar a un hermano obispo; ese es un deber de la Congregación de Obispos y de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ésta debe decidir si alguien está afirmando cosas que no corresponden a la fe católica como es interpretada por la Iglesia.

- ¿Y cómo reacciona la Iglesia a declaraciones antisemitas o a la negación del Holocausto?
- El rechazo por parte de la Iglesia a la injustísima violencia a que fue sometido el pueblo hebreo es absolutamente claro. Y sin duda este rechazo estriba en un punto de vista moral. El atroz genocidio racista es un inmoral atentado contra la humanidad.

- Y entonces, ¿por qué no se detuvo el levantamiento de la
excomunión de Richard Williamson?
- No, no es así, perdóneme. La excomunión que pesa sobre él se debe exclusivamente a su ordenación episcopal ilegítima y no a sus juicios, teorías o afirmaciones sobre el Holocausto. Con el parecer afirmativo  de los cardenales en un consistorio, el Papa decidió levantar la excomunión en que estaban estos obispos por una única razón fundamental: un acto de caridad para consolidar la unión de la Iglesia. ¡Cualquier otra cosa que se diga es un error contrario a la verdad!
 
- Pero hay opiniones contrarias dentro de la misma Iglesia.
- Efectivamente ha habido en la Iglesia, no tanto posiciones contrarias, cuanto reacciones críticas. El mismo Santo Padre, en su carta al episcopado mundial sobre el tema, ha hecho claras alusiones. El Papa no está solo. Lo acompaña prácticamente la totalidad del episcopado mundial. No ha obrado con desconocimiento de las cosas, sino con un gran conocimiento de causa. Que a esto se sumen otros factores es una cosa distinta.
 
- Eso es justamente lo que quiero decirle. Se sumaron otros factores, en especial las declaraciones polémicas de Williamson. ¿No cree usted que el Papa, de haber conocido las declaraciones de Williamson, habría debido por lo menos postergar la divulgación del decreto de excomunión?
- Yo no soy una persona que se atreva a formular hipótesis  o expresar opiniones sobre qué haría o no debería hacer el Papa. Yo me refiero a lo que hizo y a qué  tipo y calidad de información tenía en el momento en que lo hizo. Y en ese momento ninguno de los que estábamos involucrados en el asunto teníamos conocimiento de las declaraciones del obispo Williamson. ¡Ninguno de nosotros! |Y ninguno de nosotros estaba en la obligación de saberlo!

- Pero Williamson ya era conocido desde hace veinte años. En 1969, también hizo declaraciones condenables en relación con el Holocausto.
- No, no, no. Hay que ser preciso. No hay que olvidar que en ese entonces Williamson era un joven obispo ordenado sin permiso, actuando por fuera de la Iglesia y sin condiciones jurídicas de legitimidad. Y en 1989, ese joven obispo expresó en Canadá opiniones en relación con un libro que pretendía hacer un análisis histórico del Holocausto que hoy muchos no compartimos. Pero en esa época ese libro no tenia por qué conocerlo todo el mundo. Nadie está obligado a conocer todos los libros publicados, aún sobre temas importantes.

- Pero lo que dijo Williamson en 1989 fue claro: «Ningún judío fue asesinado en cámaras de gas (...), son mentiras, mentiras, mentiras, (...) los judíos inventaron el Holocausto». Usted fue Presidente del CELAM, en América Latina el nombre Williamson era ilustre por las controversias que lo rodeaban. ¿Aun así insiste en afirmar que no sabia nada de él?
- En el CELAM ni como director de Departamento, ni como secretario general, ni como presidente oí mencionar jamás el nombre de Richard  Williamson. Conocí su nombre y supe quién era en el año 2000 cuando, para conocerlos, invité a los obispos lefebvrianos a mi casa en Roma. Lo que sí le puedo decir es que durante el largo percurso de los diálogos, ningún organismo de la curia, ni la Congregación de Obispos, ni la Secretaría de Estado, ni las nunciaturas en los países interesados, ni el episcopado canadiense ni el alemán, el suizo, el francés, el austríaco o el holandés, ni una sola carta de un fiel laico dieron el más mínimo informe a la Comisión Ecclesia Dei, competente para el asunto de los diálogos, ni al Santo Padre,  ni a mi humilde persona que realizaba muy directamente el diálogo con monseñor Fellay. Nadie nos dijo nada con relación a negación o minimización del Holocausto por parte de monseñor Williamson.
 
- ¿Tampoco en enero de este año?
- Lo que entiendo es que la televisión sueca lo entrevistó el 1 de enero de este año con motivo de una ordenación diaconal. De esa entrevista y de las declaraciones de Williamson sólo me vine a informar el 5 de febrero, día en que la nunciatura informó a la Secretaría de Estado sobre dicha entrevista y el excelentísimo sustituto de la Secretaria me transmitió la información en sobre que conservo, con sello, fecha 5 febrero 2009.
 
- Pero según fuentes internas del Vaticano, se dice que en los días anteriores al 21 de enero un fax llegó al Vaticano advirtiendo sobre las declaraciones de Williamson.
- No, un momento, que nos quede claro: la noticia oficial fue el 5 de febrero. Lo que yo sí me he preguntado muchas veces es por qué razón, si la entrevista se hizo el 1 de enero, solamente se publicó  el día 21. Es decir que se esperó hasta que el decreto, cuyo estudio era secreto, fuera firmado el 14 de enero. ¿Por qué  sólo entonces se dio a conocer la entrevista?

- ¿Qué cree usted?
- A mí no me gusta especular. Yo obro objetivamente, no pienso ni bien ni mal de las personas sin antes tener una absoluta seguridad. Yo juzgo sólo con base en hechos. Y el hecho es que la opinión pública fue informada y golpeada sólo en ese preciso momento.

- Pero el golpe más grande lo dio el mismo Williamson diciendo lo que dijo sabiendo que el decreto de excomunión se aproximaba.
- No, Williamson no necesariamente era consciente de ello. Él no participaba directamente en los diálogos con Roma. Monseñor Fellay quiso mantener personalmente la representación de la Fraternidad y en la mayoría de los diálogos él estuvo sólo. Yo generalmente estuve acompañado por  algún oficial de mi Comisión. Naturalmente algunos pasos del proceso se realizaban en privado con las autoridades de la Santa Sede. Posteriormente se informaba a monseñor Fellay. Ellos sólo sabían que el caso estaba en estudio. Después de un largo y cuidadoso estudio del tema de la excomunión, cuando ya el decreto de levantamiento estaba aprobado por el Santo Padre y firmado por el cardenal Re, el 14 de enero del 2009, recibí del mismo cardenal el texto firmado y, en mi casa, lo consigné a monseñor Fellay  pidiéndole que él informara a los otros tres obispos de la Fraternidad. Sólo entonces supieron ellos que a partir del 21 de enero estarían libres de la excomunión, y se les pidió que conservaran el secreto hasta el día 24, cuando se publicaría oficialmente el Decreto. Si alguien en Alemania o en cualquier otra parte del mundo está diciendo otra cosa está mintiendo, sea por maldad o  sea por ignorancia.

- Pero aparentemente Fellay conocía las declaraciones hechas por Williamson a la televisión, pues el 21 de enero envió una carta a la cadena sueca para impedir la publicación de la entrevista.
- De eso no tuve ningún conocimiento.
 
- ¿Y usted no lamenta que Fellay, en vez de enviar esa carta a Suecia, no lo hubiera puesto a usted en conocimiento de las declaraciones de Williamson para evitar que se desatara tal controversia?
- Yo lamento no conocer muchísimas, muchísimas cosas. Y entre las muchísimas cosas que lamento no conocer, lamento eso.

- Williamson cuenta haberlo conocido a usted en un almuerzo.
- Sí. Poco después de que el Papa me nombrara presidente de la Comisión Ecclesia Dei, vi un día desde mi despacho en la Prefectura del Clero a un grupo de personas vestidas de sotana en pleno verano. Le pedí a mi secretario que averiguara quiénes eran. Me dijo que eran los lefebvrianos. Yo los invité a mi casa, y ellos aceptaron venir.

- ¿Y qué impresión le dejaron ?
- Era gente buena, pero quizá demasiado fijada, casi obsesivamente, en una sola cosa: en afirmar que la fuente de todos los males de la Iglesia y del mundo era la reforma del rito de la Misa después del Concilio. Yo no había organizado ese almuerzo para discutir con ellos, simplemente quería conocerlos. Y entonces para amenizar el rato decidí bromear diciéndoles que a mí me gustan mucho las lenguas y que si tuviera que elegir una lengua para celebrar  la eucaristía escogería el arameo, que es la lengua de Cristo. Les dije que no sabía quién había tenido la mala idea de cambiar la lengua de Cristo por la lengua de los perseguidores. Fue un mal chiste, evidentemente.

- ¿Ellos qué dijeron?
 - Nada. Yo pasé inmediatamente a otro tema. A ese encuentro le siguieron diálogos puntuales que llevaron a un primer encuentro con Juan Pablo II y a otro más con Benedicto XVI en agosto de 2005.

- ¿Cómo recuerda a Williamson esa vez que lo conoció?
- Me pareció una persona  honesta, pero con un corte muy particular. Supe que no era un tonto, pero me pareció un tanto obsesivo y muy cabezota.

- ¿A qué cualidad se refiere exactamente con «honesto»?
- A un hombre que dice lo que piensa. Williamson no me pareció una persona que tratara de engañar. Me pareció un hombre sencillo, tal vez muy extremo en sus posiciones. Pero, en fin, un hombre de fe simple y sincera.
 
- ¿En el Vaticano nadie conoció las declaraciones de Williamson antes del 5 de febrero? ¿Usted sabe qué significa la palabra Vaticano? Pues aparentemente un conjunto de instituciones mal comunicadas entre ellas.
- ¿Sabe cuántos somos? Somos muchísimos. Estoy seguro de que muchos, como yo mismo, no tenían la menor idea de lo que había emitido un canal sueco o de lo que había dicho Williamson, hace veinte años, en Canadá. Parta de la siguiente base: en 1989 yo era obispo de Pereira. Un pobre obispo de Pereira sumergido en el trabajo con su ciudad, sus campesinos, sus indígenas, con una buena parte de su diócesis en selva virgen, qué se va a enterar de lo que afirmaba en otro lugar un obispo  que yo  ni siquiera conocía, aunque a monseñor Lefebvre sí lo conocía porque una hermana suya vivía con su esposo en Pereira y monseñor Marcel la visitaba algunas veces.

- ¿Un viejo amigo?
- Un amable conocido. En su última visita, informado por su hermana, le pregunté a ésta si, dada la gravedad de los problemas con Roma ya existentes, consideraba útil que yo tuviera una conversación con él. Ella me dijo que no. Así, cuando él regreso a Pereira ni siquiera lo vi.

- Pero hasta el portavoz del Vaticano lo señaló públicamente a usted.
- Es cierto que el padre Lombardi hizo en público un falso juicio temerario ante una periodista, pero también es cierto que se retractó públicamente. Y él a mí me pidió excusas. Es importante reiterar que en ese momento él no había obrado por petición del Papa, como su portavoz.

- ¿Y las acusaciones que hace Ebberhard van Gremmingen?
- No sé quién es.

- El director de Radio Vaticano para Alemania, cuyas afirmaciones en los últimos meses no lo han dejado a usted muy bien parado ante la opinión pública alemana.
- No me parece raro que si el llamado «portavoz» del Papa, el padre Lombardi, hizo un juicio equivocado, su subalterno Gremmingen, dócilmente lo haya repetido.
 
- El cardenal Re expresó haberse sentido engañado por usted.
- Que yo sepa, el cardenal Re nunca ha dicho que se sintió «engañado» por mí. Pero yo sé muy bien  qué palabras usó, según la prensa, para referirse a mí persona en forma poco delicada. Por tal razón le escribí una carta diciéndole muy claramente que si alguien había debido estar al tanto de las controvertidas declaraciones de Williamson era él.

- ¿Por qué él?
- Por dos sencillas razones: primero, porque él trabajó muchos años en la Secretaría de Estado y en ella estaba precisamente  cuando sucedieron los hechos. Sobre los casos notables las Nunciaturas informan a la Secretaría de Estado. Y en segundo lugar, porque Williamson es un obispo y la Congregación de Obispos, de la que el cardenal Re es prefecto, es el organismo que, en la Iglesia, hace el seguimiento de la vida de los Obispos.
 
- A su colega en la Comisión «Ecclesia Dei», monseñor Camille Perl también se le han hecho recriminaciones.
- No, yo no veo la responsabilidad en él. Pero a mí en todo caso no me gusta establecer así, a priori, responsabilidades. Si me atrevo a señalar al cardenal Re, lo hago por una sola razón: porque orgánicamente su despacho está encargado de conocer lo que dicen los obispos o los medios en relación con los obispos.
 
- ¿Y qué le diría usted a quienes suscriben a los monseñores Filoni y Mamberti una porción de la responsabilidad?
- Monseñor Dominique Mamberti no tiene ninguna responsabilidad porque él está al frente de la Sección que se encarga  de las relaciones con los Estados y eso no entra en la órbita de su competencia. Monseñor Filoni, durante el período más intenso de los diálogos no estaba aún en la Secretaría de Estado. Podría haber tenido  conocimientos de archivo sobre Williamson, pero yo no creo. Porque, ¿quién era Williamson? Era una figura insignificante. Un seminarista que tenía fe en Lefebvre , a quien, siendo muy joven, éste lo ordenó sacerdote .¿Quién iba a saber algo sobre él? Nadie. ¡A nadie le interesaba!

- Pero sí les interesaba a los medios desde hace tiempo.
 Eso lo he oído repetir muchas veces, pero en Colombia, antes del escándalo, jamás oí a ningún medio hablar de eso.
 
- Pero no estamos hablando de los medios colombianos.
- En Italia tampoco se habló de ello,  jamás oí hablar a ningún medio acerca de eso. Es muy fácil decir ciertas frases que son peligrosas. Por supuesto, otra cosa pudo ocurrir en Canadá por otro tipo de intereses.
 
- Pero tampoco hablo de los medios italianos, ni de los hebreos. Me refiero a los medios alemanes que están muy bien informados y han seguido a Williamson por un buen tiempo. La revista Der Spiegel, por ejemplo, publicó antes de lo sucedido en enero un informe extenso en que se refirió a declaraciones públicas de Williamson relacionadas con el Holocausto. ¿Cómo es posible que en el Vaticano nadie lea Der Spiegel?
 - No entiendo la pregunta porque creo que ninguno ha afirmado que en el Vaticano nadie lea Der Spiegel. Es quizá posible que la sección alemana de la Secretaría de Estado lo haya conocido, pero sobre eso no tengo información y, además, conozco lo reducido del personal con relación al ingente trabajo de esa sección.

- ¿Se le ocurre algún nombre?
- No.

- ¿Ha visto afectada su relación con el Papa después de este escándalo?
- Sí claro: ¡para bien! Siempre hemos trabajado codo a codo. No sólo le tengo la veneración de la fe por ser el Vicario de Cristo, sino también la veneración por su persona, por lo que él significa como teólogo de primera categoría en la Iglesia y por lo que él significa para mí como defensor de la fe y como un amigo que siempre me tuvo confianza. Y eso no ha cambiado, sino que, por el contrario, nuestro afecto se ha fortificado.

- ¿Qué opina de la reestructuración dada a la Iglesia después del Motu Proprio del Papa emitido en julio?
- Veo algunas cosas muy claras y otras no tanto. Claro es, por ejemplo, el hecho de que al conocerse más ampliamente críticas a la Iglesia, al Concilio Vaticano II que tocan el campo teológico aunque tales críticas provengan de individuos y no se puedan considerar  oficiales de la institución «Fraternidad San Pío X», es natural que se exija un diálogo directo con la Doctrina de la Fe. Hay, sin embargo,  otros aspectos pastorales relacionados con sacerdotes y fieles que deben ser tratados para poder llegar  a una plenitud de comunión con el pensamiento de la Iglesia y, en especial, con el jefe visible de ésta que es el Vicario de Cristo. Hay  aspectos litúrgicos que no pueden pasar a segundo plano.
 
- En una entrevista publicada en marzo en El Tiempo, usted dice que la existencia de cámaras de gas no es un problema moral, sino un problema histórico. Explíquese.
- No, no, no... ¡Yo no dije eso!

- Pero si así aparece en la entrevista.
- ¡Cuántas cosas lee uno  en entrevistas supuestamente personales que son exactamente lo contrario de lo que uno ha dicho! La cosa es muy sencilla: el genocidio atroz del que fue víctima el pueblo hebreo es un acto que obviamente cae en el campo moral, la tortura es un acto moral, no hay la menor duda. Pero decir que no mataron a diez sino a cinco, no es un juicio moral, es un error histórico.

- Pero Williamson niega la Shoá
- No la niega, la reduce. Yo no conozco un pronunciamiento de él en que niegue el genocidio. Él lo que hace es reducirlo, minimizarlo. Y esa es una consideración histórica. El problema moral es exclusivamente el genocidio en sí y más aún si presenta el agravante racista. Es que ni siquiera a una sola persona se la puede meter en una cámara de gas porque también ese sería un crimen inadmisible y repudiable. No se puede. Por todo esto es absolutamente inaceptable el reduccionismo frente al Holocausto.

- Pero hacer declaraciones, como Williamson, en la consciencia de que éstas causarán daño a una persona o a un grupo de personas debe ser juzgable desde un punto de vista moral.
- Eso lo aceptó el mismo Williamson. Yo hablé con él, y él pidió perdón a las personas, a los familiares de las víctimas y a las instituciones por cualquier mal causado por sus declaraciones. Sus disculpas fueron insuficientes.

- ¿Y qué habría hecho el Vaticano si Williamson hubiera negado y no sólo minimizado el Holocausto?
- El negacionismo no toca la esencia de la Iglesia. Es un lío, un problema que, como cualquier otro, se puede solucionar. Es un problema que haya gente que no se pronuncie y rechace el terrorismo, es un problema que haya gente que se quede callada frente al homicidio culpable,  que haya gentes que aconsejan, practican o defienden el aborto.

- ¿Y cómo actúa la Iglesia ante estos «problemas»?
- Llama la atención, presenta la doctrina y, si es necesario, impone sanciones. En el caso de Williamson hay que esperar, pues él aún no está en plena comunión con la Iglesia. Hoy su autoridad es la Fraternidad pero cuando llegue el momento, la Iglesia podría, por ejemplo, prohibirle predicar por no demostrar la sensatez necesaria para ser predicador.

- ¿Qué habría hecho si hubiera conocido las declaraciones de Williamson antes del debacle en los medios?
- Como él no está en plena comunión no nos toca a nosotros reprenderlo o castigarlo. Le toca a monseñor Fellay, que es su superior, Y Fellay lo hizo.
 
- ¿Volvería usted a hacer lo mismo que hizo en el caso de los lefebvrianos?
- ¡Exactamente lo mismo! En cuanto a la excomunión. Yo estaba trabajando en un problema específico, que era el de cuatro obispos ordenados sin permiso. Nada más.

- ¿Cómo se siente después del escándalo?
- Me siento momentáneamente fastidiado. Pero el fastidio me pasa a  muy rápidamente, pues soy un hombre que siempre mira hacia el futuro. Yo siempre me digo: «mi cuarto de hora» de responsabilidad en este empeño ya terminó. Mis ojos, mi espíritu y mi corazón van hacia el nuevo cuarto de hora que me da el Señor. Por haber cumplido 80 años miro al largo «cuarto de hora» de mi larga vida sacerdotal y episcopal. Fui presidente de «Ecclesia Dei», me interesa la Iglesia y haré todo lo que sea posible para la plena unidad de la misma y pondré mi interés en su santificación, también con la riqueza maravillosa de sus antiguos ritos y tradiciones. En este momento ya tengo mi cabeza metida en el nuevo cuarto de hora.

- ¿Siente que la opinión pública lo ha maltratado?
- Yo me he metido mucho con los medios. Sé que una de las enfermedades del periodismo es la «chiva» con controversias y víctimas. Y por eso yo tengo una epidermis de cocodrilo para soportar golpes cuando me ha tocado el turno, pero esas cosas no me afectan. Nunca se me ha ocurrido pedir retractaciones porque es inútil: la verdad se abre campo. Y la única verdad, sobre el tema de la controversia actual, es lo que le acabo de decir.