Sucedió el pasado15 de septiembre. El día previo, lunes, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, los monjes benedictinos de la basílica del Valle de los Caídos –en la madrileña sierra de Guadarrama– expusieron, como tienen costumbre de hacer en esa fiesta litúrgica, el relicario que contenía un pequeño trozo del lignum crucis. Se trata de una porción del madero en el que, según la tradición, fue crucificado Jesucristo y que el Papa Juan XXIII regaló a los monjes de la basílica en 1960. 

Cientos de fieles se acercaron aquel día hasta el Valle de los Caídos para asistir a la misa y venerar la reliquia. El lunes 14 por la noche, según ha podido saber LA RAZÓN de fuentes del propio monasterio, «se guardó el relicario en su estuche y se dejó en la sacristía». Al día siguiente, todos los monjes asistieron con la escolanía a misa de once en la basílica. El relicario seguía en la sacristía, según pudieron constatar. Todos los sacerdotes se quitaron la cogulla (el hábito que usan los monjes) para poder revestirse con los ornamentos litúrgicos. «Cuando regresamos a la sacristía al finalizar la misa, descubrimos el estuche abierto sin el relicario en su interior. Faltaba, además, una de las cogullas, por lo que suponemos que la empleó la persona para envolver la pieza y tratar de pasar desapercibido», añaden las fuentes.

«Lo más grande del Valle»

Pese a que la cruz de granito que corona la basílica es la más alta del mundo con sus 150 metros, los benedictinos han mostrado a este diario su desolación porque «el lignum crucis era lo más grande del Valle; era la madera de la cruz del propio Cristo». El hurto ya ha sido denunciado a la Policía, que está investigando el caso.

Un bosque de cruces

A menudo se ha repetido, en tono sarcástico que, «si se juntasen todos los supuestos fragmentos de la Cruz, tendríamos un bosque». La frase la inventó Calvino en el siglo XVI, siempre hostil a las reliquias católicas. Sin embargo, el arquitecto y arqueólogo Charles Rohault de Fleury escribió un libro en 1870 asegurando que había hecho un inventario de todos los lignum crucis y que, juntándolos todos, no llegaban a un tercio del tamaño que debió tener la cruz de Cristo.
 
Casi a los 80 años, en el 326, santa Elena ordenó una excavación en el monte Calvario. Encontró tres cruces en una cantera bajo un templo pagano. Según la
tradición, una enferma se curó al tocar una de las cruces, determinándose así cuál era la Vera Cruz.

*Publicado en el diario La Razón