Nadie duda de la relación entre la cultura del «botellón», el ocio ligado al alcohol y la violencia desencadenada en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón. La buena noticia la dan los nuevos estudios sociológicos: está demostrado que, contra las drogas y el alcohol, la religiosidad adolescente es una protección eficaz, capaz incluso de resistir la presión de los compañeros. La mala noticia es que, en España, sólo un 17 por ciento de adolescentes se considera religioso.
Un estudio de 2008 de la Universidad Brigham Young publicado en el «Journal of Drug Issues» demuestra que los jóvenes religiosos abusan mucho menos del alcohol, el tabaco y las drogas. Los sociólogos han usado los datos de 13.500 adolescentes norteamericanos de la última encuesta longitudinal de salud adolescente y encuestas a 4.980 estudiantes del muy religioso estado de Utah. «Después de analizar las características de las familias y del grupo de amigos, no importa cuál sea la denominación religiosa concreta, hay un efecto independiente: los jóvenes religiosos tienen menos riesgo de drogarse, incluso si sus amigos sí lo hacen», concluye Stephen Bahr, uno de los autores de la investigación.
Este estudio demuestra que si los jóvenes cristianos consumen menos alcohol o drogas no es sólo porque su entorno no consume, sino que incluso cuando el entorno consume, el joven religioso rechaza este hábito.
John Hoffman, el otro autor del estudio, explica que la espiritualidad y la comunidad religiosa aportan un suplemento a la influencia de los padres. «Los padres no deberían forzarlo, pero pueden incentivar la espiritualidad y religiosidad en sus familias, que en sí misma será una influencia positiva en la vida de sus hijos», dice Hoffman.
«Aunque esté de moda, yo no»
Los sociólogos distinguen entre las drogas fuertes e ilegales, como la cocaína y la heroína, y las legales y el hachís. Fumar tabaco, marihuana y emborracharse está muy tolerado por la sociedad juvenil. Es aquí donde la creencia religiosa defiende al joven creyente: «No me importa si está de moda y todos lo hacen; yo no», dicen estos jóvenes.
En cambio, la cocaína y heroína, ilegales y asociadas con marginación, perseguidas por leyes duras, tienen un mayor rechazo entre los jóvenes, incluso los no creyentes, debido al bombardeo de mensajes contra ellas.
Otro hallazgo es que lo que importa de verdad es la religiosidad individual del joven, su convicción personal, y no tanto si ha crecido en una iglesia o si va a las reuniones religiosas.
Estas conclusiones refuerzan otras similares publicadas en 2007 por la Heritage Foundation en Estados Unidos.
Por desgracia, en España, de los 13 a 15 años, sólo un 17 por ciento son religiosos (según un estudio de 2008 de Libro de Vida - Metadigma), y apenas un 12 por ciento de 15 a 29 años (según el Instituto de Juventud del Ministerio de Igualdad). Son malas noticias para la lucha contra el botellón, la violencia y el fracaso social que llevan asociados.