El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, presidió ayer una solemne Eucaristía en la Catedral de la Almudena con motivo del tradicional inicio de curso pastoral de la Curia. La misa fue concelebrada por los obispos auxiliares de Madrid, Fidel Herráez, César Franco y Juan Antonio Martínez Camino y por los Vicarios y sacerdotes delegados que colaboran en el desarrollo de la tarea pastoral de la diócesis.

En su homilía, el cardenal resaltó la «buena costumbre» de la diócesis de «comenzar un nuevo curso» con una Eucaristía en la festividad de la Natividad de la Virgen María. Esta Misa, ha dicho, «nos enfrenta siempre con un acontecimiento singular: el nacimiento de la Virgen María, mujer por la que se nos da al Señor». Y destacó que «este hecho histórico absoluto» es una novedad cada año.

Para el cardenal, vivimos un tiempo en el que la lucha por transmitir el Evangelio se plantea a veces de forma dramática. Así, destacó los problemas del contexto actual, como el paro y la crisis económica cada vez mayor, la situación de la familia que es en general dramática, el hecho de que las nuevas generaciones no acaben de encontrar el horizonte para su vida, la existencia de una cierta desilusión o crisis ética, moral y espiritual que lo domina todo…
 
Junto a esta realidad, ha señalado que vivimos este comienzo de curso con ilusión, con el objetivo de la pastoral familiar como lugar de acercamiento a Dios o fuente de la vida; y con el horizonte puesto en la Jornada Mundial de la Juventud del 2011, «que se recorta en la espera», explicando que «dentro de pocos días» comenzaremos a vivir la peregrinación de la Cruz «portada por jóvenes de Madrid». También resaltó como positivo el «compromiso con la caridad cristiana, para contribuir a la salida de esta crisis económica y financiera, moral y ética, que nos envuelve».

La Madre de Dios, afirmó, «está con nosotros», y nace de nuevo este año «para que su Hijo nazca en nuestros corazones y en nuestra vida». Por ello, ha exhortado a «renovar la devoción a la Virgen Santísima, que se basa en la entrega confiada del corazón», a «colocar nuestra vida en Ella» y a «imitar lo que Ella hizo, para que sepamos discernir cómo resulta más eficaz la labor de llevar el Hijo de Dios al hombre de nuestros tiempo». También invitó a la «práctica y al cuidado diario de la oración en nuestra vida», «sustentada en el diálogo con Dios», algo que ha calificado de «imprescindible».
 
A los miembros de la curia les animó a comenzar el curso con el propósito de ser «hombres y mujeres de oración», de manera especial a los sacerdotes «en este Año Jubilar Sacerdotal». Manifestando su deseo que «disfrutemos de la paz de Dios en nuestra vida», concluyó animando a «renovar nuestra devoción a la Virgen María».