Los obispos italianos, a través del artículo-editorial del nuevo director del «Avvenire», Marco Tarquinio, han lanzado este sábado un claro mensaje al Gobierno italiano que no calma la polémica de los últimos días en torno al anterior director, Dino Boffo.

Tras la campaña del «Avvenire» criticando la vida privada de Silvio Berlusconi, Boffo había sido acusado desde «Il Giornale» (diario propiedad de la familia del primer ministro italiano), por parte de su director, Vittorio Feltri, de acosar en 2004 a una mujer casada y de ser homosexual, acusaciones ambas negadas por el interesado. Tras días de intensa refriega periodística, política y eclesial, la dimisión de Boffo ha abierto un debate en el país transalpino sobre las amenazas a la libertad de prensa desde el poder, y sobre los límites del derecho a la libertad de expresión cuando está en juego la vida privada de las personas, una polémica en la que se han involucrado todos los grandes periódicos.

Había expectación por ver cuál sería la línea del «Avvenire» tras la dimisión, el pasado jueves, de Boffo. En ese sentido, Tarquinio deja claro que el diario de la Conferencia Episcopal Italiana mantiene el respaldo al dimitido. Tarquinio habla de una «insensata batalla» en la que se han visto envueltos por la «premeditada agresión contra nuestro director». Defiende la actitud del Avvenire, que desde que se desataron las acusaciones contra Boffo, el 28 de agosto, no ha abordado el asunto por tratarse de una «repugnante no-noticia».

Y, sobre todo, lamenta el «espacio televisivo irremediablemente insultante" que se le ha dado a las acusaciones contra Boffo, y la «caricatura interesada» con que se ha descrito la línea política del Avvenire. De ahí que no hayan consentido en que «los defensores del calumniado hicieran de comparsas en el espectáculo de su calumniador».

El duro editorial culmina invitando a los lectores a juzgar por sí mismos la «libertad irresponsable» de algunos, y la actitud de «la prensa de la falsedad y de la maldad», y las televisiones que hacen negocio de la «videoindecencia».