De María a María es su undécimo libro. Un éxito de ventas que va por la tercera edición y que refleja la relación de la escritora con la Virgen desde su conversión, y los testimonios de siete personas que confirman la presencia real de la Madreen sus vidas. 


-No se puede explicar con palabras. Es verdad que hay casos de curaciones, pero yo no lo he vivido. Lo que sé es que actúa a través de la oración y el rosario; en mi opinión, es la forma más poderosa de hablar con María, y actúa muy rápido. Quizá el fruto más inmediato del contacto con la Virgen sea el consuelo. Ya se puede vivir la mayor tragedia que, inmediatamente, en el momento en que se la llama, hace una labor de consuelo. Y el alma puede con todo: cánceres, pérdidas, etc. Cuando hay consuelo, hay esperanza, y esta unión es una bomba de relojería para cualquier sufrimiento. La Virgen es una madre real, que no está sorda, que, cuando se le ora, escucha. 




-Yo no tengo locuciones interiores; las tienen algunos santos. Lo que yo he experimentado y cuento en el libro son entendimientos del alma. No soy vidente, ni oigo a la Virgen, ni soy santa; soy una pecadora, una mujer normal sin ningún tipo de regalo espiritual físico; lo que tengo son entendimientos del alma que pueden ser recibidos por todas las personas. Lo que hay que hacer es pedirlos; yo no los pedí, me los dieron gratis, pero cualquier persona que desee tener esos entendimientos, que vienen del Espíritu Santo, solo tiene que acercarse al sagrario y decir: “Señor, quiero que mi alma te entienda, quiero tener fe”. 


-Desde mi conversión, la siento madre, incluso físicamente; cuando oro, la hablo como lo haría con mi madre. Yo no tengo madre porque, cuando cumplí 16 años, le diagnosticaron alzhéimer y dejó de reconocerme. Entonces, yo tenía una carencia afectiva brutal... ¡pero el encuentro con la Virgen ha suplido todo eso y más! Y, aunque no está físicamente, espiritualmente me da todo el amor, la fuerza, el consejo... todo lo bonito que da una madre a una hija. Todos estamos llenos de debilidades y pecados, pero Dios no es débil. Y su madre es el regalo que Dios da a los que no tenemos una madre física; incluso para los que la tienen, es una suplencia para la parte a la que no llega. 


-¡Lo más importante de mi vida es la Eucaristía! Para mí no hay ninguna diferencia entre un trocito de pan consagrado y el mismo Cristo que andaba por Galilea. En el momento en que comulgo y entro en esa unión con él, aguanto el resto del día, los problemas, los ataques que recibo, los insultos de la prensa y de los ateos. Ser escritora católica no es fácil... Y lo segundo que me sostiene es la confesión, porque tienen que ir muy unidas; hay que procurar recibir a Dios lo más limpio posible para no cometer sacrilegio, para no dañarle, porque, al fin y al cabo, es abrazar con tu corazón y con tu alma a un bebé que es todo un Dios. Y lo tercero, la “juerga mística” de mi vida es andar con la Virgen de aquí para allá. Ella dice que, en el momento en que la llamemos, viene; y yo la llamo a todas horas, está conmigo todo el rato.


-Yo diré en mi corazón: “Son falsas”; siempre estaré con el Papa, que para eso es mi padre y maestro de fe. Pero diré: “Dios mío, elegiste un sitio falso para convertirme”. También diré que he escrito un libro titulado Un mensajero en la noche, donde un preso se convirtió en la cárcel, y... ¡qué peor sitio que la cárcel! Y, sin embargo, Dios actuó en él. Pues si Medjugorje es falso, Dios escogió esa “cárcel” para mí. ¡Gloria a Dios!

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Artículo publicado originamente en www.RevistaMision.com