(Luis F. Pérez/RD) El Cardenal Arzobispo de Valencia, Monseñor Agustín García-Gasco, afirmó ayer en la homilía predicada durante la Missa dinfants que "los derechos humanos son como el lenguaje común para poder construir el futuro y como la base fundamental de las relaciones humanas. Son el resultado de una convergencia de tradiciones religiosas y culturales, todas ellas motivadas por el deseo común de poner a la persona humana en el corazón de las instituciones y de la sociedad. Se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y están presentes en todas las culturas y civilizaciones. Han de ser respetados como expresión de justicia". García-Gasco aseguró que "los principios que gobiernan la vida política y social están relacionados con un orden moral, basado en el reconocimiento de Dios Creador. Todos los hombres y mujeres hemos sido creados iguales y dotados de derechos inalienables, fundados en la ley natural y en el Dios de esta naturaleza" y afirmó que "la fe católica es una constante inspiración y una fuerza orientadora en el movimiento a favor de los derechos civiles". El cardenal, siguiendo la pauta marcada por Benedicto XVI en su discurso en la Onu, insistió en "la necesidad de respetar íntegramente los derechos humanos, que no dependen del poder del Estado, sino de la propia naturaleza humana. Todos los seres humanos desde el primer instante de su concepción hasta el último de su muerte natural tienen plenos derechos", y no dudó en decir que "es un fraude utilizar el nombre de la libertad y de la democracia para extender la licencia para matar" Don Agustín recalcó que "da defensa de la libertad es una llamada a cultivar la virtud, la autodisciplina, el sacrificio por el bien común y un sentido de responsabilidad ante los menos afortunados" y advirdió que "una democracia sin valores puede perder su propia alma. La religión y la moralidad son soportes indispensables para la prosperidad y la paz social. Ante el interés del gobierno en cambiar la ley de libertad religiosa, el cardenal valenciano aseguró que "los católicos no queremos privilegios. Solo pedimos libertad y respeto. El hombre es un ser social y la fe tiene una dimensión comunitaria". Por ello, concluyó usando las palabras de Benedicto XVI al decir que"es inconcebible que el creyente tenga que renunciar a una parte capital de sí mismo -su fe- para ser ciudadano activo".