(Europa Press) El cardenal arzobispo de Valencia, monseñor Agustín García-Gasco, clausuró hoy el I Congreso Internacional de Educación Católica para el siglo XXI celebrado en Valencia, con una invitación a la "legitima resistencia" cuando el Estado "invade los ámbitos soberanos de la familia" en la Educación. De este modo, realizó un llamamiento a "la unidad sin complejos" y a la "fidelidad a la Iglesia" para que "no nos dejemos llevar por los proyectos ideológicos que pretenden dividir a la escuela católica y manipular la educación". Así, advirtió de que en la educación "todo intento del Estado de invadir los ámbitos soberanos de la familia solo encontrará la legítima resistencia de las familias. Y en esa circunstancia la Iglesia debe prestar todo su apoyo a los padres" porque "no podemos dejar solos a los padres en estas circunstancias", según informaron fuentes del Arzobispado de Valencia. En su intervención de clausura del congreso, organizado por la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir, el purpurado señaló que la educación católica "exige tres convicciones fundamentales: el modelo de la iniciativa de Dios, la importancia de la familia y la imprescindible contribución de la sociedad, incluida la aportación específica de la comunidad cristiana". A su juicio, prescindir de cualquiera de esas convicciones "puede dar lugar a una propuesta insuficiente de la educación católica que, sin duda, reduce su verdad y compromete su eficacia". El cardenal, reivindicó el "protagonismo de la familia", puesto que, según dijo, "prescindir de los padres como primeros educadores, facilita el camino hacia los ciudadanos siervos, adoctrinados y controlados por el poder del Estado y de los medios de comunicación social". De igual modo, instó a "no olvidar que en esta materia rige el principio de subsidiariedad: al Estado y a la comunidad eclesial corresponde ayudar, nunca sustituir a los padres en la educación de sus hijos". García-Gasco se refirió al educador católico como "un apóstol de la misericordia, que no teme educar en las situaciones más difíciles, de miseria, de marginalidad social, de proclividad hacia la delincuencia, de enfermedad, de discapacidad" y que "lejos de hacer imposible el reto de educar, elevan la capacidad de amar de los educadores". Además, calificó de "injusticia" el rechazo de apoyo económico público a "las escuelas no estatales que tengan necesidad de él y ofrezcan un servicio a la sociedad civil". Según dijo, el Estado "no puede limitarse a tolerar las escuelas de iniciativa social porque presentan un servicio público y tienen, por consiguiente, el derecho a ser ayudadas económicamente" sino que, además, la misión de "educar pertenece a la esencia de la Iglesia y al corazón mismo de los cristianos".