Casarse sólo interesa a uno de cada diez homosexuales: ésta es la conclusión a la que llega un estudio realizado por William C. Duncan, del Institute for Marriage and Public Policy (Instituto para el Matrimonio y Política Pública) llevado a cabo diez años después de la introducción del matrimonio del mismo sexo en Holanda en 2001.
El citado estudio da cuenta (presentando también la opinión de Vera Bergkamp, cabeza de una organización holandesa de derechos de los homosexuales) de la falta de entusiasmo hacia el matrimonio del mismo sexo que existe en Holanda, el primer país del mundo en reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Y éste es precisamente el quid de la cuestión. El matrimonio entre personas del mismo sexo, cuantitativamente hablando, está defraudando las expectativas. No ha tenido un gran éxito en Holanda.
Tampoco en España, donde en septiembre de 2004, en plena campaña para aprobar la nueva definición de matrimonio, el diario pro-socialista El Periódico de Catalunya titulaba a portada completa: "100.000 parejas gays se casarán con la nueva ley en los próximos 3 años". En 8 años, apenas se ha llegado a 25.000 bodas unisex.
La realidad es que en España, después del pico de más de 4.000 en 2006, el primer año tras la aprobación en 2005, el número de matrimonios entre personas del mismo sexo ha caído hasta los 3.000 anuales y no ha superado nunca los 3.500 anuales: cifras claramente inferiores incluso con respecto a las previsiones más conservadoras.
Igual tendencia en Inglaterra: el auge en el primer año (también allí en 2006) después de la aprobación de las uniones del mismo sexo en pactos de convivencia con casi los mismos derechos que el matrimonio; y luego, una disminución gradual y un asentamiento que ha llevado al matrimonio homosexual a representar poco más del 2% del total de matrimonios al año.
Alrededor de esta proporción del 2% -e incluso menos- se asientan también los demás países europeos en los que ya se ha introducido.
“Lack of nuptial enthusiasm among gay couplet” (la falta de entusiasmo con respecto al matrimonio entre las parejas homosexuales), según la definición de Vera Bergkamp, que intenta darle una explicación.
De hecho, intenta darle tres:
1- Menos presión ejercida sobre los homosexuales por parte de familiares y amigos;
2- menos parejas homosexuales que se casan para tener hijos de las parejas heterosexuales correspondientes;
3- más individualismo y menos orientación a la familia entre muchos homosexuales.
En conclusión: en el momento de la dramática caída del matrimonio heterosexual, los homosexuales, después del orgullo, la lucha, la alegría por la victoria del reconocimiento del “derecho a casarse”, se casan mucho menos que los heterosexuales, que también se casan cada vez menos.
Y todo esto por razones más que obvias que ellos mismos explican: sienten menos el deseo de tener hijos y están mentalmente menos orientados hacia el matrimonio de cuanto lo están los heterosexuales.
Dicho en términos enérgicos: se perfila, dentro del “invierno” del matrimonio, el fracaso del matrimonio homosexual. Si es que este fracaso no se está ya viendo en los hechos. Lo dicen los números, como siempre.
Volviendo a Holanda: después de diez años de decadencia, desde el reconocimiento de los matrimonios entre personas del mismo sexo, tan sólo una pareja homosexual de cada cinco se ha casado. Nada que ver el dato análogo de las parejas heterosexuales que se casan en la proporción de ocho de cada diez.
Los triunfos del matrimonio gay, por lo tanto, aparecen sobre todo en los medios de comunicación y en las estimaciones numéricas. Es un caso significativamente diferente con respecto a otras “conquistas civiles”.
La introducción del divorcio en Italia y de la interrupción voluntaria del embarazo, por ejemplo, dejando a un lado los juicios de valor, fueron cambios legislativos que trajeron consigo una adhesión altísima durante años.
Es un fenómeno que la estadística social conoce bien: cuando se reconoce un nuevo derecho en el horizonte legislativo, su utilización es rápidamente impetuosa, ya que hay una situación anterior que remediar. Después el fenómeno tiende a estabilizarse o incluso a crecer.
Pero el caso del matrimonio entre personas del mismo sexo no ha conocido siquiera la auténtica “explosión” inicial, salvo en términos muy suaves, para comenzar de inmediato a declinar y a mostrar una tendencia a la estabilización en torno al umbral mínimo de importancia en todos los países europeos en los que está permitido.
Dicho comportamiento pone en evidencia la artificiosidad e invención política que existe tras el matrimonio entre personas del mismo sexo. Son los comportamientos reales los que desvelan esta verdad. Sus propias actitudes concretas.
El estudio puede consultarse aquí.