(Nicolás de Cárdenas/ReL) Resulta habitual oir citas muy exactas de la Biblia, versículos incluidos, cuando la persona que habla pertenece a alguna de las iglesias protestantes. Por contra, salvo casos contados, los fieles católicos apenas reconocen los pasajes más repetidos en las perícopas (selección de versículos con un significado coherente que son utilizados en las celebraciones litúrgicas). Así, son conocidas algunas frases concretas de Cristo o los apóstoles, pasajes del Antiguo y el Nuevo Testamento o las parábolas más repetidas y populares. La Conferencia de Obispos Católicos de los Estado Unidos (USCCB), por medio de Elizabeth Sperry, la directora adjunta de la oficina para el Uso de la Nueva Biblia Americana, ha hecho público un decálogo en el que reivindica un conocimiento profundo de las Sagradas Escrituras por parte de los católicos y animan a los fieles «a hacer de la lectura de la Biblia parte de su oración diaria». Los diez puntos señalados por Sperry son: La lectura de la Biblia es para católicos. La Iglesia anima a los católicos a hacer de la lectura de la Biblia parte de su oración diaria. Leyendo estas palabras inspiradas, las personas ganan profundidad en su relación con Dios y comprenden la misión a la que Dios les ha llamado. Rezar al principio y al final. Leer la Biblia no es como leer una novela o un libro de Historia. Se debe empezar con una oración que pida al Espíritu Santo que abra nuestros corazones y nuestras mentes a la Palabra de Dios. La lectura de la Escritura debe terminar con una plegaria para que esta Palabra dé frutos en nuestras vidas y nos ayude a ser más fieles y santas personas. ¡La historia completa! Cuando elija una Biblia, busque una católica. Ésta incluirá la lista completa de los libros sagrados de la Iglesia y contendrá introducciones y notas para entender el texto. Una edición católica tendrá el «imprimatur» en la parte de atrás de la primera página. El «imprimatur», indica que no contiene errores sobre la doctrina católica. La Biblia no es un libro. Es una biblioteca. La Biblia es una colección de 73 libros escritos a lo largo de muchos siglos. Los libros incluyen la historia de los Reyes, profecías, poesía, cartas retadoras para fortalecer la fe de las nuevas comunidades, y relatos de la predicación y la Pasión de Jesús. Conocer el género del libro que se está leyendo, ayuda a entender los recursos literarios que el autor utiliza y el significado que el autor trata de transmitir. Saber qué es y qué no es la Biblia. La Biblia es la historia de la relación de Dios con las personas a las que ha llamado junto a Él. No se trata de leerla como un libro de Historia, un libro científico o un manifiesto político. En la Biblia, Dios nos enseña las verdades que necesitamos en aras de nuestra salvación. La suma es mayor que las partes. Leer la Biblia en su contexto. Qué ocurre antes y después, incluso en otros libros, nos ayuda a comprender el auténtico significado del texto. El Antiguo Testamento y el Nuevo, conectados. El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento se arrojan luz mutuamente. Cuando leemos el Antiguo Testamento a la luz de la muerte y resurrección de Jesús, tiene su tiene su propio valor. Juntos, estos testamentos nos ayudan a entender el plan de Dios para la humanidad. No lea solo. Leyendo y reflexionando la Sagrada Escritura, los fieles católicos se unen a los hombres y mujeres que han llevado a su corazón la Palabra de Dios y la han puesto en práctica en sus vidas. Leemos la Biblia en la tradición de la Iglesia en beneficio de la santidad y la sabiduría de todos los fieles. ¿Qué me dice Dios? La Biblia no está sólo dirigida a gente muerta hace muchos años en un lugar lejano. Está dirigida a cada uno en nuestra única y propia condición. Cuando leemos, necesitamos comprender qué dice el texto y cómo los fieles han entendido su significado en el pasado. A la luz de este entendimiento, entonces nos preguntamos: ¿Qué me dice Dios? Leer no es suficiente. Si la escritura sigue siendo un conjunto de palabras en una página, nuestro trabajo no está hecho. Necesitamos meditar el mesaje y ponerlo en práctica en nuestras vidas. Sólo así, la palabra puede ser «viva y eficaz», como refleja san Pablo en la Carta a los Hebreos.