(Ricardo Vargas/ReL) Explica que de la noche a la mañana, el triunfo olímpico le ha cambiado la vida. A pesar de eso, él no se olvida de las cosas más importantes en la vida y continúa con sus firmes creencias y convicciones. - ¿Cómo se lleva eso de «ser famoso», José Javier? - Muy mal, fatal, porque si te digo que el primer día que salí a la calle, con la intención de llevar las medallas a la basílica y ofrecérselas a la Virgen bueno, ¡pues tardé una hora! Me paraba la gente, me saludaban, me felicitaban... Yo decía: ¿y este quién es? Luego me enteré de la repercusión que tuvo a nivel local el logro de Atenas. Pero si es que yo no lo merezco, no van conmigo estas cosas. - No siempre has estado en silla de ruedas, ¿verdad? - Llevo en la silla de ruedas once años. Tengo una parálisis cerebral de nacimiento, pero que me permitía hacer vida normal. En 1985, con 21 años, se le asoció una distonía muscular progresiva, y desde entonces hasta 1993 fui progresivamente acusando una falta de control sobre mis músculos, sobre todo el tronco y la cabeza. Fue muy fuerte, un golpe muy duro. Algunos amigos me dieron de lado. Esas cosas yo no las entiendo. Sólo las puede entender el Señor. Contracorriente - Tal como anda el patio, hay una pregunta ineludible: ¿qué opinas tú, con una vida marcada por la enfermedad y el sufrimiento, de la eutanasia? - ¿Qué quieres que te diga? Hace un año me invitaron a un programa de la televisión para hablar sobre la eutanasia. Yo dije que estaba en contra. ¡No me dejaron más que dos minutos, y encima la presentadora tomó partido a favor! He dado una charla hace unos días: fíjate, yo, junto con un profesor de bioética de la universidad, otro médico Dije una cosa, y es que mi vida no es mía. Esta vida no es nuestra, pertenece a Dios y a él tenemos que dársela. Con sufrimiento, sin sufrimiento, como sea. - Eso tú lo tienes claro por tu experiencia de fe, pero seguro que te has encontrado con discapacitados que no tienen esa luz. ¿Qué les has dicho? - Es que no se puede decir nada, ellos me ven, simplemente. Tengo una anécdota muy curiosa precisamente en Grecia, con la selección española. A uno de mis compañeros, que no puede hacer nada por sí mismo, se le abrió un día una fístula. ¡Tenía unos dolores, el pobre! Cuando llegamos al pabellón para jugar se tuvo que echar en una colchoneta por el dolor. Cuando me acerco a él me dice llorando: «Tú que tienes fe, reza por mí, que lo estoy pasando fatal ». Es impresionante, las personas que no tienen fe, incluso te piden a ti que reces por ellas. Es un don de Dios y todos los día pido que me de más fe porque tengo poca. Una lección de vida. - Y entre los discapacitados, ¿qué se dice de la eutanasia? - Creo que era D. Antonio Cañizares, el que daba en una carta el dato de que el 90% de los enfermos del Hospital Nacional de Parapléjicos, que está en Toledo, estaban en contra de la eutanasia. No todos los discapacitados piensan igual que Ramón Sampedro. En el caso que antes te ponía, ese chico, Santi, estaba tan afectado o más que Ramón Sampedro, y sin embargo tenía unas ganas de vivir impresionantes: campeón del mundo, campeón de la copa del mundo, campeón paraolímpico, informático, ¿qué más? ¡Qué lección de vida..!