(T.M./S.M./ReL) «El 98 por ciento de las mujeres que ha abortado está trastornada por ello, ya sea para toda la vida o por poco tiempo». Esto lo asegura la estadounidense Nancy-Jo Mann quien, en 1984, diez años después de abortar, fundó la Asociación de Mujeres Explotadas por el Aborto (WEBA). Abortó a los cinco meses y medio porque su marido la había abandonado, tenía dos hijos más y no disponía de recursos. «Experimenté cómo mi hija se retorcía dentro del vientre mientras la ahogaban y extrangulaban para matarla», asegura. Después dio a luz a una niña muerta que tuvo en sus manos hasta que las enfermeras «la cogieron y la echaron a una palangana». Su testimonio es uno más de los que aparecen en el libro «Myriam... ¿por qué lloras?» de la editorial «Noticias Cristianas», que impulsa Jaime Solá. Un libro en el que muchas mujeres relatan sus experiencias tras el aborto. Magda es otra de las mujeres que se quedó embarazada debido a una violación y decidió abortar después de muchas vacilaciones. «Siempre dudé de mi decisión porque la consideraba como un asesinato», afirma. «Mi primer pensamiento después de abortar fue ¡Qué he hecho!, y quise suicidarme». Aborto en la juventud En los últimos años han aumentado los casos de jóvenes que se quedan embarazadas y recurren al aborto. Uno de ellos es el de Mónica, una joven de 18 años que decidió abortar en Suiza cuando estaba embarazada de un mes. Aún estaba estudiando y su madre pensó que era la solución más cómoda. «Después de la intervención, el problema había desaparecido». Diez años más tarde, Mónica se casó y quiso tener un hijo, pero no podía quedarse embarazada y tuvo que acudir a la misma clínica en la que le habían practicado el aborto. Finalmente consiguió ser madre y, después de esa experiencia, Mónica se dio cuenta de que podría haber tomado otra decisión diferente al aborto. Muchas de ellas se sintieron perdonadas cuando se volvieron hacia Dios. Así lo cuenta María Ana, que vio practicar por primera vez un aborto justo en el momento en que tenía que decidir si ella misma iba a abortar. Estaba embarazada de diez semanas: «Se podía apreciar el sexo y ya tenía uñas». Después de abortar sus preocupaciones económicas habían «desaparecido». Cuando María Ana se casó empezó a arrepentirse de su decisión y pensó que sólo Dios podría ayudarla: «¡Cuánta paciencia y amor tiene Dios con nosotros, y qué preciosa es cada vida!». Más tarde, María Ana tuvo que pedir perdón a sus hijos «por haberles robado a sus dos hermanas». Otra de las mujeres que acudió a Dios tras abortar tenía 21 años: «Perdí mi trabajo, fui incapaz de tener ninguna relación y comenzó mi dependencia de los calmantes y el alcohol». Después de cinco años pudo «aceptar el perdón de Jesucristo». El silenciamiento del aborto En todos los testimonios del libro hay un elemento común: ninguna sabía cómo se practicaba un aborto ni conocía sus consecuencias. Las mujeres que han abortado también acusan a los médicos y a las instituciones de silenciar la verdad sobre el aborto «y sus consecuencias para la madre», en parte por el lenguaje técnico de la medicina y también por la terminología que «oculta y embellece el suceso verdadero». Aunque algunas mujeres abortaron varias veces, acabaron deseando tener un hijo: «He abortado cinco veces... Con el sexto embarazo ya no pude hacerlo. Hoy a los treinta y tres años soy una ruina».