(Pablo Ginés/La Razón) «Entre julio de 1936 y junio de 1937 más de setenta sacerdotes y religiosos fueron ejecutados, dentro de la Diócesis de Vitoria [que entonces cubría todo el País Vasco], en los territorios controlados por uno y otro bando», leyó en la homilía el obispo anfitrión, Miguel Asurmendi. «Una parte de ellos, concretamente catorce presbíteros -doce sacerdotes diocesanos de Vitoria, un misionero claretiano y un carmelita descalzo- fueron ejecutados por quienes finalmente vencieron en la contienda. Estos no contaron en su día con una celebración pública de exequias y durante años sus nombres fueron relegados al silencio. Hoy queremos recordarlos de forma especial y orar juntamente por ellos y por todos». Un silencio largo Según los cuatro obispos vascos (Asurmendi, Juan María Uriarte, de San Sebastián, Ricardo Blázquez, de Bilbao, y su auxiliar, Mario Iceta), «no es justificable ni aceptable por más tiempo el silencio en el que los medios oficiales de nuestra iglesia han envuelto la muerte de estos sacerdotes. Tan largo silencio no ha sido sólo una omisión indebida, sino también una falta a la verdad, contra la justicia y la caridad». La Iglesia pide perdón La misa se celebró no sólo para rezar por los difuntos, sino como un acto en que la Iglesia pide perdón «a Dios y a nuestros hermanos», con «una dimensión de reparación y reconocimiento, de servicio a la verdad para purificar la memoria». No sólo se habló del pasado: el obispo de Vitoria pidió a Dios que conceda a la sociedad vasca «la luz y la fuerza necesarias para rechazar siempre la violencia como medio de resolución de conflictos». Después de la comunión, el sobrino de uno de los sacerdotes ejecutados cantó unos «bertsos» (versos, normalmente improvisados) en recuerdo de todos ellos. Sólo dos de estos clérigos fueron inscritos en los registros parroquiales. Ahora, lo estarán los otros doce y los boletines de cada diócesis incluirán una reseña con datos de su vida. A pesar de que los obispos admiten que «no conocemos con detalle las circunstancias que envolvieron la muerte de todos ellos», añaden que «ciertamente, aquellas muertes eran injustificables, incluso en circunstancias tan oscuras». «No eran mártires de Cristo»¿Por qué el bando nacional ejecutaba a estos sacerdotes? - En muchos casos, estaban acusados de «actividades separatistas», lo que para los nacionales era una forma de traición. Muchas de estas ejecuciones (por lo general, fusilamientos), se hicieron sin juicio previo, a medida que se ocupaban zonas del territorio republicano. - ¿Son mártires estos curas? -No. Un mártir es alguien a quien se mata porque se odia a la fe. No es el caso. De hecho, aunque sus parientes y parroquianos puedan guardar (o no) buenos recuerdos de estos curas, no se ha hecho ninguna investigación sobre su virtud, o devoción. En teoría, los obispos vascos no los alaban: sólo rezan por ellos. - ¿Por qué pide perdón la Iglesia? - Los obispos vascos piden perdón por no haber hablado de estos curas y haberlos recordado. Pero, sin duda, los nacionales también ejecutaron en esas diócesis a laicos católicos (combatientes o no, separatistas o no). ¿Por qué un acto por estos «curas olvidados» y no por laicos o civiles olvidados?