(Agencias) «Actuaré con la mayor integridad y haré mi trabajo en conformidad con la ética». «Gestionaré mi empresa de buena fe, guardándome de decisiones y comportamientos que favorezcan mis estrechas ambiciones particulares pero perjudiquen a la empresa y a las personas a las que sirve». Estas y otras promesas hicieron más de 400 alumnos de la Harvard Business School el pasado 3 de junio, la víspera de que recibieran su diploma de máster en administración de empresas (MBA) junto con sus otros 500 compañeros de promoción. Este juramento del MBA, que cuenta con una web propia, es voluntario y carece de respaldo oficial de la Universidad de Harvard. Es idea de uno de los recién titulados, Max Anderson, que en solo un mes de campaña ha conseguido una amplia adhesión entre los demás estudiantes. Tal vez la crisis económica, con las noticias de conductas irresponsables por parte de gestores de bancos y empresas, ha contribuido a este éxito tan rápido. Así, el juramento advierte: «La busca del interés propio es el motor vital de la economía capitalista, pero la codicia desenfrenada puede causar gran daño». Frente a la idea, sostenida por algunas autoridades en la materia, de que el único deber del gestor es dar el máximo beneficio posible a los accionistas, el preámbulo del juramento afirma que el fin del MBA es «servir al bien común». En consonancia con eso, la fórmula dice en el segundo apartado: «Defenderé los intereses de mis accionistas, colegas, clientes y la sociedad en que trabajamos. Me esforzaré por proteger los intereses de aquellos que quizá no tienen poder, pero cuyo bienestar depende de mis decisiones». De todas formas, la promesa de empeñarse en «crear prosperidad económica, social y ecológica sostenible en todo el mundo» parece, aunque muy a la moda, excesiva para la mayor parte de los titulares de un MBA, aun de Harvard. El Hipócrates de Harvard Este juramento pretende ser para los administradores de empresas como el de Hipócrates para los médicos. Pero, a diferencia de este, el de los MBA contiene pocos preceptos concretos, lo que, según sus críticos, lo hace ineficiente, señala «The Economist» (6-06-2009). Lo mismo cabría reprochar, con más razón aún, al juramento de honor adoptado en 2006 por la «Thunderbird School of Global Management» (Arizona), en el que el de Harvard se inspira. La fórmula de Thunderbird, redactada en común por los estudiantes hace cinco años, es más breve y se limita a enunciar principios; pero está incluida oficialmente en el programa, y sirve de referencia para orientar la enseñanza y juzgar los casos que se estudian. Según el presidente de Thunderbird, Ángel Cabrera, ha contribuido mucho a cambiar las mentalidades. De todas formas, el juramento de Harvard se acerca al terreno en dos puntos. «Cargaré con la responsabilidad de mis actos y presentaré los resultados y los riesgos de mi empresa de modo exacto y leal. Mi intención no será tergiversar la verdad, sino explicarla de modo transparente y ayudar a los demás a entender cómo se toman las decisiones que les afectan». El otro: «Conoceré y respetaré, tanto en la letra como en el espíritu, las leyes y contratos que rigen mi conducta y la de mi empresa. Si me encuentro con leyes que son injustas, anticuadas o inútiles, no las infringiré, despreciaré o evitaré abiertamente; intentaré reformarlas por medios respetuosos y aceptables». Los demás compromisos son asegurar la continua formación profesional, propia y de los subordinados, y dar cuenta a los colegas del cumplimiento del juramento, y exigirlo a ellos. El juramento ha quedado abierto a la firma de todos los profesionales del ramo. Hasta ahora se han adherido más de 1.200 graduados, también de otras escuelas de negocios, países y promociones.