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Laura Daniele,
ABC) La educación enfrenta tiempos difíciles. El Gobierno volvió ayer a dar muestras de su clara intención de relegar a la Iglesia católica del espacio público al pedir a la Fiscalía que estudie un convenio sobre la asistencia religiosa en los hospitales públicos madrileños. Esta «oleada de laicismo», que también afecta a la escuela es el motivo por el que el cardenal arzobispo de Valencia,
Agustín García Gasco, ha decidido impulsar el I Congreso Internacional de Educación Católica para el Siglo XXI, que tendrá lugar a partir del lunes en el Palacio de la Música de Valencia. El objetivo del encuentro, que congregará a docentes y directores de los más de 2.000 centros educativos con los que cuenta la Iglesia católica española, será analizar la actual situación de la educación cristiana y proponer líneas de actuación que sirvan para convertir estas escuelas en el «núcleo transformador» de la sociedad y las familias. -
¿Cuál es el mayor reto que debe afrontar actualmente la educación católica en España? -En varias cartas pastorales me he hecho eco de la llamada del Santo Padre de que nos encontramos ante una «emergencia educativa», que puede ser sintetizada así: en la actualidad, disponemos de más recursos para la educación que en ningún momento de la historia. Los avances científicos y tecnológicos nos brindan esta oportunidad. Ahora bien: ¿Los agentes educativos estamos a la altura del reto? ¿O la extensión de un relativismo y de un escepticismo sobre la verdad, la moral y los derechos humanos están dificultando que no saquemos todos los frutos posibles para el bien de la educación? La violencia en el seno de los hogares y de las aulas, las dificultades para ejercer la sana autoridad por parte de padres y profesores, la extensión de las adicción de todo tipo, la falta de esperanza de futuro laboral para muchos jóvenes, la persistencia de actitudes machistas y racistas, las dificultades de integración de los inmigrantes y el acceso de los más desfavorecidos a la sociedad del conocimiento son problemas que están sin resolver. Se trata de retos en los que todos tenemos que implicarnos. Los colegios católicos estamos comprometidos con todos los problemas de la sociedad actual. -
Los obispos han denunciado en reiteradas ocasiones las limitaciones que tienen los padres para elegir la educación moral y religiosa que quieren para sus hijos. ¿Cómo afecta a la Iglesia católica esta situación? ¿Y a la familia? -La democracia y el ejercicio real de los padres del derecho a la educación de sus hijos forma parte de los derechos humanos y, sin embargo, hay ideologías que pretenden limitar este derecho. La Iglesia recuerda que el Estado no puede convertirse en el educador de las conciencias. Frente al sano laicismo (laicidad) que reconoce la libertad religiosa, hay algunos ideólogos en España que han inventado el nacional-laicismo. El amor de los padres hacia sus hijos es una fuerza social que nadie puede ignorar. Los padres no pueden ser coartados por el poder político para que acepten que la educación ha de estar guiada por el ateísmo, el agnosticismo y el laicismo. Los demócratas de verdad se apuntan a un mayor respeto a los derechos de los padres. La Iglesia es con frecuencia denostada y maltratada por defender esos derechos de los padres, pero lo cierto es que la escuela católica es muy valorada por los españoles. La escuela católica no es un privilegio: es una expresión de la libertad de enseñanza y de la libertad religiosa. Si no se respetan estas libertades podríamos afirmar que no hay democracia. -
¿Cómo ve el futuro de la escuela católica tras la aprobación de la LOE? -Respecto a la LOE, la educación católica considera que la presencia de la Religión en el currículo escolar ayuda a que la educación sea más humana, más solidaria, más inteligente. La Iglesia podría perfectamente dar esa formación religiosa en otros momentos y lugares que no fueran los del horario escolar, pero entonces la que quedaría empobrecida irremediablemente sería la escuela. Un ambiente educativo en el que se censuran o se silencia la dimensión religiosa del ser humano es un empobrecimiento cultural, educativo y existencial. Ni la historia del arte, ni de la música pueden obviar las grandes aportaciones realizadas desde la inspiración religiosa. Por otra parte, el sentido de la propia existencia, la posibilidad de trascender y sobrevivir al mundo material, la esperanza en la nueva vida son respuestas que se ofrecen desde la dimensión religiosa, que toda persona tiene derecho a conocer sin que ello pueda implicar obligación a la adhesión. La Iglesia católica defiende que la fe es una gracia del espíritu que se trasmite libremente, nunca una imposición. -
¿Como afectará a la educación la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía? -La Iglesia católica considera muy importante que exista una educación cívica basada en los derechos humanos y en los valores constitucionales. Es lamentable que esta asignatura no nazca del consenso educativo sino de la imposición, y que en España asistamos, una vez más, al llamado «fraude de etiquetas» o al viejo y conocido «gato por liebre». ¿Qué valores constitucionales defiende una asignatura que olvida, menosprecia y castiga el derecho a la objeción de conciencia reconocido en la Constitución? Su imposición y las amenazas que la han rodeado han hecho aflorar que resulte antipedagógica de partida. -
Frente a este panorama ¿cuál debe ser el rol de los padres? -Los padres deben de perder los complejos. La iniciativa y la responsabilidad de educar son esenciales. Una sociedad abierta y democrática es participativa, y los padres y madres católicos no deben tener complejos para exponer sus convicciones y traducirlas en exigencias de calidad para el sistema educativo. Para ello no pueden estar aislados. Deben favorecer el asociacionismo familiar para defensa de sus derechos y deberes educativos. Los padres no deberían tener ningún temor a ejercer sus derechos ciudadanos, incluida la objeción de conciencia. La Iglesia católica está comprometida con la libertad de los padres y los derechos de la familia, y sus puertas están bien abiertas para que el asociacionismo familiar ayude a construir una sociedad más democrática, más humana y más de Dios. Los sistemas educativos basados en la «búsqueda de nuevas experiencias» se convierten en un laboratorio social pero con los hijos de los demás. La Iglesia no engaña a nadie: quien lleva a sus hijos a un centro educativo católico sabe lo que se va a encontrar. -
¿Y el de la educación católica? -La educación responsable y solidaria transforma a cada persona para que sepa afrontar las elecciones que se presentan en su vida desde la madurez. Frente a la superficialidad de los «eternos adolescentes» que pueblan nuestra sociedad y que acaban cometiendo graves atrocidades, nuestra cultura precisa ciudadanos con madurez y responsabilidad. Los brotes de racismo, machismo y violencia en las sociedades avanzadas cuestionan el sistema educativo actual. Es una auténtica emergencia educativa para todos y que la Iglesia católica está dispuesta a afrontar sumando esfuerzos en beneficio de toda la sociedad española. -----------------
De la Vega o el insalubre laicismo político Por
Roberto Esteban Duque