(Nicolás dé Cárdenas/ReL) El arzobispo de Granada, monseñor Javier Martínez, ha inaugurado el curso de verano «Ética y futuro de la democracia» en la Universidad CEU San Pablo de Madrid con una reflexión sobre «El pensamiento de la Iglesia sobre la democracia» en la que ha planteado que la tarea más urgente del católico en el mundo político es la de «construir un sujeto social que cuestione la racionalidad de los presupuestos de la cultura de hoy». Esos presupuestos son, fundamentalmente, dos: sacar a Dios de la realidad, como si fuera un «unicornio o un extraterretre» y la «separación» absoluta entre lo natural y lo sobrenatural, lo que explica «el proceso secularizador de la modernidad». De ahí, su juicio sobre la calidad humana de nuestro presente: «desolador». En su exposición, que ha contado con el aplauso final de los asistentes, el prelado ha analizado la relación entre la democracia moderna y la dictadura, la influencia del nihilismo, el carácter teológico enmascarado en toda política y, finalmente, algunos recursos políticos de la Iglesia. Para quien es cabeza de la diócesis granadina, desde la promulgación de la encíclica Centessimus Annus de Juan Pablo II, queda claro que «la Iglesia aprecia la democracia» como posibilidad de elegir y sustituir pacíficamente a los gobernantes, pero, al mismo tiempo, alerta de la «amenaza del agnosticismo». Esta amenaza se traduce en que «una democracia sin valores se convierte en un sistema totalitario visible o encubierto». Monseñor Martínez quiso trasladar «al terreno moral el asunto de la democracia» aún a sabiendas de hacerlo como una transgresión de la ortodoxia modernista, al tiempo que fijó su mirada en la llamada «teología política». Desde este punto de vista, ha asegurado que «se puede construir un mundo a espaldas de Dios, pero se vuelve automáticamente contra el hombre». Así, ha recordado que liberalismo, socialismo y nacionalismo se convierten en «ideologías-religión» porque, al desterrar a Dios de la realidad humana, el hombre necesita algo que llene el vacío que deja. Por último, el prelado ha señalado, como recursos políticos de la Iglesia, la «correcta vivencia de los sacramentos» porque «todo lo humano es ininteligible sin Cristo». Así, los sacramentos se convierten en una suerte de «Educación para la Ciudadanía». «Quien comprende en toda su hondura la Eucaristía» ha señalado, «no necesita que nadie le explique lo que es el matrimonio». En la misma línea, el arzobispo de Granada ha señalado que «es mentira que nadie dé duros a peseta» y que la Iglesia puede ser una «escuela de negocios» en la que se enseñe que «la única alternativa posible a la crisis económica de raíces morales es una ontología del don y la gratuidad». «Hemos de repensar el modelo económico y la vida política como experiencia de gratuidad», ha concretado el prelado.