(Nicolás de Cárdenas/ReL) El padre Alberto Cutié, hasta ahora sacerdote de la iglesia católica encardinado en la diócesis de Miami (EEUU) acaba de anunciar que abandona la Iglesia dirigida por el Obispo de Roma para abrazar la confesión episocpaliana. El detonante, haberse visto sorprendido hace una semanas en actitud sexual con una mujer en una playa. Sin embargo, Cutié asegura en cun comunicado que «esta lucha no comenzó hace unas pocas semanas atrás. Durante mucho tiempo he luchado, buscado en el interior de mi corazón y mi alma, la guía de Dios en todo lo que afecta mi vida. He hablado con amigos dentro y fuera de la Iglesia Episcopal sobre su servicio a Dios y sobre las similitudes que existen en todas las ramas del cristianismo, incluyendo aquellas que profesan la fe católica y apostólica». «He visto con mis propios ojos cuantos hermanos míos sirven a Dios como hombres casados y con la bendición de tener sus propias familias», añade. A pesar de haber dado un paso similar al de el rey Enrique VIII de Inglaterra que dió lugar a la escisión anglicana, Cutié se muestra convencido de que siempre amará «la Iglesia católica apostólica y romana; a todos sus miembros que están comprometidos con su fe y que han enriquecido mi vida de tantas maneras. Siempre los llevare en mi corazón». Tras exponer el camino de reflexión que le ha llevado a tomar la decisión, cutié expresa su hastío por el interés suscitado en los medios de comunicación: «En estos momentos les pido a todos que por favor respeten mi privacidad y la privacidad de todos mis seres queridos. En los últimos días se han propagado tantas mentiras, sugerencias malignas, rumores e incluso acciones muy lastimosas por parte de quienes buscan sacar dinero y quieren aprovecharse para lucrar en esta etapa de transición en mi vida. Respetuosamente les pido a todos que por favor paren ya – ya es suficiente». Decepción del arzobispo de Miami La respuesta del arzobispo de la diócesis de Miami, Monseñor John Clement Favalora, no se ha hecho esperar. En una carta expresa su sincera «decepción» por la decisión de l sacerdote y recuerda que según el Código de Derecho Caníonico el padre Cutié «se separa a sí mismo de la Iglesia católica romana (canon 1364, 1) al profesar fe y morales erróneas, y rehusar la sumisión al Santo Padre (canon 751). También se separa del ejercicio de las órdenes sagradas como sacerdote (cánones 1041 y 1044, 1), deja de tener las facultades de la Archidiócesis de Miami para celebrar los sacramentos, y tampoco puede predicar o enseñar sobre la fe y la moral católicas (canon 1336, 1). Sus acciones pueden llevarle a ser separado del estado clerical». Además, subraya el prelado, «el Padre Cutié aún se encuentra obligado por su promesa de vivir una vida célibe, la cual él asumió con absoluta libertad en la ordenación. Sólo el Santo Padre puede dispensarle de dicha obligación». Respecto a la actuación del obispo Leo Frade, de la Diócesis Episcopal del Sureste de la Florida, monseñor Clement le reprocha que «la Archidiócesis de Miami nunca ha hecho alarde público cuando, por razones doctrinales, los sacerdotes episcopales se han unido a la Iglesia Católica y buscan ser ordenados. De hecho, hacerlo violaría los principios de la Iglesia Católica sobre las relaciones ecuménicas. Lamento que el obispo Frade no me concediera, ni a la comunidad católica, la misma cortesía y respeto» y considera, en consecuenci, que se trata «de un serio retroceso en las relaciones ecuménicas y la cooperación entre nosotros». Por último, monseñor Clement rinde homenaje «a todos los sacerdotes que viven y cumplen con fidelidad su promesa del celibato. Por su fidelidad a dicha promesa, reflejan con mayor claridad para el mundo al Cristo cuya entrega absoluta de sí mismo al Padre fue el amor puro y casto por sus hermanos y hermanas. En estos tiempos de tanta preocupación por el sexo, el don del celibato representa aún más un signo del Reino de Dios donde, como dicen las Escrituras, no hay “matrimonio ni dándose en matrimonio” (Mateo 22, 30). Exhorto a todos los católicos a apoyar y a orar por nuestros entregados sacerdotes».